El pasado viernes entrará a formar parte de los "viernes negros" de la historia del turismo, pero no por las aglomeraciones de gente, propias de un Black Friday estadounidense en el que los consumidores se lanzan a las tiendas tras el jueves de Acción de Gracias en busca de los primeros regalos de Navidad.

Viernes 13 de marzo
 

Este viernes negro, 13 de marzo, marcará nuestros calendarios como el momento en el que saltaban finalmente en España todas las alarmas con respecto a la devastación que estaba experimentando el sector turístico europeo desde hacía ya semanas. Y es que, a pesar de contar con cientos de informes, indicadores, avisos con meses de antelación y ejemplos cercanos —como el de Italia— de la capacidad destructiva del "efecto coronavirus", España continuó disfrutando de su vida alegre desoyendo las advertencias.

'Typical spanish'
 

A lo largo de esta semana, tanto expertos como autoridades fueron recomendando e implantando medidas para contener el avance de la pandemia, pero estas fueron cayendo en saco roto:

  • Miles de estudiantes de Madrid, uno de los principales focos del virus, huyeron a los hogares de sus padres a lo largo y ancho de la geografía española sin tener conciencia de que ellos mismos podrían ser portadores del virus y contagiar a sus familias y extender la enfermedad a zonas hasta ahora "limpias".
  • Cientos de familias de la capital, interpretando las indicaciones de reclusión y el mensaje de #quedateencasa como unas estupendas vacaciones en sus segundas residencias en la costa española, han podido diseminar de esta manera el virus de forma radial hacia todas partes de España
  • Terrazas, bares y cafeterías repletas de ociosos jóvenes y adultos marchosos que han disfrutado estos días de Estado de Alarma como un puente o un descanso para celebrar que no hay clases ni trabajo.

Una situación surrealista la de España, que lucha contra una enfermedad letal para nuestros ciudadanos más mayores y débiles, y cuya sociedad cuenta con demasiados irresponsables, incívicos e insolidarios.

Reacción de los mercados turísticos

Ante esta fotografía de España como país receptor de turistas, este sábado 14, el sector turístico mundial, pero principalmente los mercados emisores europeos de los que tanto depende la economía española, decidieron tomar medidas de manera unilateral:

  • Cruceros que han parado sus rutas y se concentran en repatriar a sus clientes a sus ciudades de origen.
  • Aviones recibiendo órdenes de regresar a mitad de vuelo a sus aeropuertos de origen y aerolíneas eliminando temporalmente sus rutas con España.
  • Touroperadores con las ventas paradas y cancelando la salida de sus clientes con destino a las zonas turísticas españolas, con especial impacto en Canarias, que se encuentre en su temporada alta.
  • Hoteleros diseñando planes de supervivencia para aguantar la respiración mientras les sacude la ola de este tsunami: ERTE, cierres temporales de algunos hoteles y concentración de los pocos turistas en otros, vacaciones forzadas del personal, etc.

El recuerdo de Thomas Cook
 

Esta situación vuelve a despertar el fantasma de Thomas Cook con un nuevo éxodo para repatriar a los turistas que deben regresar a sus hogares. El segundo en menos de un año porque, cuando empezábamos a digerir la devolución de miles de turistas tras la debacle de Thomas Cook, ahora nos enfrentamos a una situación que podría tener efectos similares.

Inexistencia de un cortafuegos
 

A partir de esta situación de crisis, que traerá graves consecuencias socioeconómicas, además de las propias de la emergencia sanitaria que estamos viviendo, profesionales y empresarios del sector turístico español se hacen la siguiente pregunta: ¿no se ha podido hacer nada para evitar este varapalo?

España, un país acostumbrado a gestionar y apagar incendios forestales, no ha sido capaz de crear una barrera cortafuegos que contuviera la pandemia de coronavirus. No ha sido capaz de sacrificar parte del bosque, talando algunos de sus árboles, para parar el avance de este mal invisible y altamente contagioso. En un momento del año en el que las zonas turísticas de sol y playa estaban en temporada baja (excepto las Islas Canarias), ¿qué hubiese supuesto planificar, adelantarnos y sacrificar la Semana Santa como cortafuegos con la finalidad de salvar la campaña de verano? No, han tenido que ser las circunstancias, los mercados y el propio impacto del tsunami el que nos haya hecho tirar la toalla respecto a la Semana Santa.

El día después
 

Ahora mismo es imposible contener ya los efectos del coronavirus, como decimos, un virus mortal para los débiles, para las personas y también para las empresas. Tendremos que esperar a que pase el tsunami para ver quienes han podido atrincherarse, esconderse o hibernar para, entre todos, resurgir con fuerza. Las agencias de viajes, los touroperadores, las aerolíneas y las navieras estarán deseosos de reactivar el sector vacacional hacia España, pero nos corresponde a nosotros normalizar la situación lo antes posible para que los europeos que aun cuenten con días de vacaciones elijan España como el lugar ideal para olvidar al coronavirus.

Viernes 13 en la historia del turismo
 

Volviendo a los viernes 13 de las últimas décadas. Son varios los que han afectado al mundo de los viajes y del turismo y, el de marzo de 2020, el de esta semana, formará parte de la lista:

  • Así el 13 de octubre de 1972, viernes, el vuelo 517 de la Fuerza Aérea Uruguaya se estrelló en los Andes. A bordo iban 40 pasajeros y 5 tripulantes, entre quienes se encontraban integrantes del equipo de rugby Old Christians. 72 días después fueron rescatados con vida 16 de ellos. Este suceso es conocido popularmente como “El Milagro de los Andes".
  • También un viernes 13, el de enero de 2012, el crucero Costa Concordia encalló en la costa de la Isla Giglio (Italia) y naufragó. Fueron rescatadas 4,200 personas, murieron 32.
  • Otro viernes 13, en noviembre de 2015, Francia sufrió el primero de los atentados terroristas que golpearon a París.