La crisis provocada por la propagación del virus Covid-19 ha puesto patas arriba la mayoría de países del mundo a nivel sanitario, social y económico. Para frenar el avance de esta pandemia, las naciones han impuesto las pertinentes restricciones al tráfico aéreo, que lógicamente acaban con la actividad turística.

Toda medida que se aplique en este instante para controlar y normalizar la situación de crisis es vista con buenos ojos por los principales actores turísticos (touroperadores, aerolíneas, hoteles, receptivos, etc.) por dos motivos:

  • Por el bien común y por la seguridad y bienestar de clientes y empleados.
  • Por la norma del mal menor: perder la Semana Santa, ganar el verano.

Con respecto al primer motivo, empresarios del sector han dado incluso un paso más y han ofrecido sus instalaciones y su total apoyo a las autoridades correspondientes.

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En lo que respecta al segundo punto, muchos profesionales del sector turístico han confesado a Tourinews encomendándose a sacrificar la "temporada de Semana Santa" con restricciones y medidas drásticas en pos de recuperar la normalidad y, a partir de ahí, salvar el verano, apoyándose principalmente en la flexibilización de las reservas y el ‘last minute’. No obstante, este plan, del que depende la supervivencia de muchas empresas se enfrenta a un gran reto que, si bien parece lejano, puede suponer la puntilla para un sector para el que 2020 será un año negro. Y es que es previsible que en 2020 muchos trabajadores cuenten con menos días de vacaciones en verano.