La imagen, la apariencia, es muy importante. Siempre se valoró y se sigue valorando. Es indiscutible, que yo (El burro delante) seré el mismo profesional estando afeitado, que sin estarlo, con unos zapatos lustrosos o no, pero la imagen cuenta y mucho.
La primera impresión es la que cuenta, e igual que nos fijamos en la de nuestros clientes, que teniendo en cuenta que son los que pagan no deberíamos hacerlo, también ellos pueden fijarse en la del personal de Turismo u Hostelería.
Hace unos días, en las redes, ante una exposición sobre la inadecuada presencia de la cebolla en la tortilla de patata, ante argumentos realizados por el cocinero David Muñoz hubo quien le criticó fuera de contexto (cito textualmente) "su pinta guarra" y ahí cambió el rumbo de la cuestión: De hablar de la tortilla española a la imagen personal, en este caso de un cocinero.
Hubo quien afirmaba que "a las personas se las juzga por sus actos, no por su apariencia". Y eso no es cierto: Aquí cada cual que vista y se peine y adorne como quiera, pero que no venda como normal, ni correcto lo que puede que no lo sea.
A mí, (otra vez el burro) personalmente me enseñaron y aprendí que para ser especial, no hay que ser políticamente incorrecto.
Pero esta no es una cuestión banal y, de igual manera que a la hora de entrar a un restaurante, comedor de un hotel o zonas comunes se exige cierto decoro a los clientes, para la comodidad del resto, también el personal debía seguir cierto cánon de vestimenta y presencia.
“El equipo humano, el personal de cualquier empresa que esté cara al público y a su servicio, debe tener y cumplir cierto decoro". (De ahí cuestiones como la uniformidad).
¿Dónde está el límite?
Primero que en la profesión existen unas normas que hay que cumplir (nada de anillos, pendientes, relojes... uñas sin pintar, pelo corto y recogido, calzado exclusivo para trabajar, etc.).
Es obvio, que la permisividad será marcada por las normas de vestido y conducta de la empresa, y hablamos de normalidad, ni por defecto ni por exceso, no es tan difícil. Es por el interés de la empresa, nadie quiere que ningún cliente se sienta incómodo o considere que no se le respeta.
Personalmente, no me afecta ni un pendiente ni 10, ni un tatuaje, ni un pelo de color. Y, aunque es más cómodo estar sin afeitar, se considera correcto estar afeitado y lo contrario es informal. Guste o no.
Dos casos reales:
- De un hotel de 4** ver salir a personal de cocina en bermudas, chanclas, camiseta de tirantes, y gorra.
- Tanto para acceder como para salir de un hotel de los de reconocidos de Madrid, además de tener que hacerse por la entrada exclusiva sólo para el personal, deben de hacerlo con traje, zapatos y corbata (Y no los del uniforme).
Lo mejor: pasar desapercibidos, y eso implica normalidad. Y todos sabemos lo que se sale de la norma, y eso mejor fuera de la empresa.
Pero lo importante de la polémica es entender que, empresarialmente, interesa marcar unas normas y pautas, aunque no te moleste ni incomode la imagen de tu equipo, ya que de no hacerlo, podría que influyera negativamente a algún cliente y eso repercutiría en la falta de asistencia tanto de ese cliente como de todo su entorno.
Eso sería lo más inteligente y lo que menos podría perjudicar. La imagen personal se deja para los asuntos personales, no los profesionales.
Si no, podría ocurrir como en la imagen: Ser muy bueno pero asustar.
*Luis Martínez Moreno es asesor/consultor, cliente incógnito y profesor de hostelería.