El cierre perimetral de Cataluña, impuesto para frenar la propagación del virus en la comunidad, ha supuesto un duro golpe a la hotelería local, que ha pasado de la euforia del éxito a los amagos de quiebra. El presidente del Gremi d’Hotels de Barcelona, Jordi Mestre, intenta extraer el lado positivo a esta parada en el camino, ve en ella una oportunidad de mejorar en calidad y borrar los errores del pasado que condujeron a que Barcelona ejerciera “un poco de desagüe de todos los destinos que no querían el tipo de turismo” que se estaba dando en la Ciudad Condal.

Desde el foro de debate de El Periódico, Mestre ha asegurado que ahora es el momento de empezar de cero e intentar captar al “viajero de negocios, cultural, gastronómico o deportivo”, entre otros, “porque si no vendrá el turista que otros destinos no quieren”. El presidente de la asociación empresarial se refiere, por ejemplo, al turismo de borrachera o el relacionado con el tráfico de drogas.

El empresario confía en que las campañas que Turismo de Barcelona se encuentra preparando trabajen en ese avance en cuanto “a calidad, no solo en términos económicos sino de civismo”. Por otro lado, ha destacado la labor de los complejos hoteleros que sí han abierto porque han sabido adaptar su modelo de negocio y porque este se adecúa a la apuesta por la calidad con fórmulas como, por ejemplo el “coworking” o el “coliving”.

“Si algo positivo hay que sacar de esta situación catastrófica es que por fin todo el mundo se ha dado cuenta de la importancia del turismo”, ha advertido Mestre, que reclama algunas medidas para una pronta solución a esta crisis, como los test de antígenos a los turistas que quieran viajar a Barcelona, antes de que la vacuna esté lo bastante extendida. “El horizonte está avalado por la reputación y prestigio de Barcelona”, ha sentenciado.

En Barcelona hay actualmente más de 300 hoteles cerrados debido a la falta de turistas que acusa la ciudad por la pandemia y los 118 que se encuentran abiertos están prácticamente vacíos.