A simple vista, podría parecer un cartel más dentro de un crucero internacional. Una pantalla digital informa a los pasajeros de que el barco ha atracado en el puerto de Cádiz. Sin embargo, el mensaje llama la atención: “Welcome to Cadiz (Seville)”.
Esa pequeña aclaración entre paréntesis, Seville, dice mucho más de lo que parece. Es el reflejo de una realidad que Cádiz lleva tiempo arrastrando en el mapa del turismo global: su nombre, por sí solo, todavía no suena con la misma fuerza que el de Sevilla.
Para muchos cruceristas extranjeros, el sur de España se resume en dos nombres familiares: Málaga, y, sobre todo, Sevilla
Las grandes navieras internacionales tienden a simplificar la geografía para sus pasajeros, especialmente cuando se trata de destinos menos conocidos. Pero incluir “(Seville)” junto a “Cádiz” no es una simple ayuda lingüística: es una declaración de cómo se perciben ambas ciudades desde fuera.
Para muchos cruceristas extranjeros, el sur de España se resume en dos nombres familiares: Málaga, y, sobre todo, Sevilla. Cádiz, pese a su historia milenaria y su inconfundible identidad, sigue siendo una desconocida.
El resultado es que, incluso cuando el barco atraca en sus muelles, la ciudad necesita “presentarse” como la puerta marítima de Sevilla.
Este detalle, aparentemente inofensivo, plantea una cuestión de fondo: ¿por qué Cádiz no tiene todavía el peso de marca suficiente como para aparecer sola?
La respuesta tiene matices. Cádiz es una joya patrimonial, pero su promoción internacional ha sido históricamente más discreta. Mientras Sevilla ha construido una imagen potente, apoyada en su monumentalidad, su Semana Santa y su conexión aérea directa con numerosos países, Cádiz ha quedado relegada a un papel más contemplativo, más local.
Y, sin embargo, tiene todo lo que un viajero busca: historia viva, playas urbanas, gastronomía, cultura, autenticidad y una escala humana que la hace única.
Los cruceros son, hoy en día, una de las plataformas más poderosas para posicionar destinos turísticos. Cada escala es una oportunidad de oro para dejar huella entre miles de visitantes internacionales.
Pero si el propio cartel del barco asocia Cádiz con Sevilla, la ciudad pierde la posibilidad de afirmarse ante un público que podría descubrirla como destino independiente. La comunicación, en este caso, juega un papel clave: no basta con ser una escala; hay que ser la escala.
Cádiz no debería necesitar un paréntesis. Su nombre, su historia y su carácter bastan para hablar por sí solos. Lo que falta es una estrategia de marca sólida, una voz que proyecte al mundo su singularidad como “la gran ciudad del Atlántico andaluz”.
Porque Cádiz no es una nota al pie de Sevilla. Es, en sí misma, un capítulo entero del sur.
Quizás algún día, los cruceristas lean en esas pantallas digitales:
“Welcome to Cádiz, the Atlantic Soul of Andalusia”.
Y entonces, el nombre brillará sin necesidad de explicaciones.
*Ricardo Zapata García es Técnico y especialista en Turismo




