El fabricante de aviones estadounidense Boeing no consigue remontar el vuelo. Durante el pasado sábado, además de la explosión de uno de los motores del Boeing 777 ocurrido en Denver (Estados Unidos) que ha dejado a toda la flota de este modelo en tierra, otro avión del mismo fabricante —en este caso, un 747-400 (Jumbo)— sufrió un incendio en su motor derecho tras despegar del aeropuerto de Maastricht (Países Bajos), diseminando algunas piezas metálicas en localidades cercanas, por suerte, sin lamentar grandes daños personales.

Ambos vuelos tuvieron que aterrizar de emergencia. En el caso del último mencionado, fue desviado al aeropuerto de Lieja (Bélgica) y las autoridades neerlandesas se encuentran investigando lo ocurrido en el motor que, se da la circunstancia, es de la misma marca que el del Boeing 777 de Denver (Pratt & Whitney). Sin embargo, la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) ha descartado que ambos accidentes estén relacionados.



 

Poco le ha durado la pequeña alegría que obtuvo Boeing el pasado mes de noviembre, cuando la FAA autorizó a volar de nuevo a los 737 MAX, que llevaban en tierra casi dos años tras sufrir dos accidentes mortales en un periodo de cinco meses —ocurridos en Indonesia y Etiopía—. Y es que el pasado lunes, el fabricante de aviones amanecía con un descenso de casi un 4% en la apertura de la sesión de la Bolsa de Wall Street.

Todo ello se suma a los 20.000 millones de dólares en pérdidas, según los datos que maneja El País, que el fabricante ha acumulado durante estos dos años de paralización del Boeing 737 MAX —más de 16.800 millones de euros, incluidas las indemnizaciones por las víctimas—. Además, Boeing también se enfrenta a la cancelación masiva de encargos, debido a la caída del tráfico aéreo ocasionada por la pandemia, que podría verse agravada por la decisión de las aerolíneas de dejar en tierra a los B777.