Ante una pandemia, los viajes son vistos como una de las maneras que facilitan la expansión del virus, y por ello, nuestro negocio se ha visto afectado, además de por el miedo generalizado, por restricciones y recomendaciones de distintas naciones y organismos para no viajar o para evitar la congregación de personas en un mismo lugar, así como por la consiguiente reducción de las capacidades de transporte consecuencia de la cancelación de frecuencias y/o rutas aéreas.

La crisis del coronavirus COVID-19 está afectando a todos los ámbitos de nuestra sociedad: laboral, familiar, personal y económico, impactos todos ellos que se reflejan de manera directa en el turismo, una actividad social y globalizadora por excelencia.

Meliá Hotels International, con más de 60 años de trayectoria, tiene amplia experiencia en la gestión y superación de crisis de casi cualquier tipología, y como empresa líder del sector en España y una de las 20 grandes cadenas a nivel internacional, tenemos una triple responsabilidad para contribuir a la superación de la situación actual:

En primer lugar, velar por la seguridad y bienestar de nuestros clientes y empleados; colaborando desde el primer momento con las Autoridades sanitarias en cada uno de los destinos en que estamos presentes, y monitorizando diariamente la evolución de la situación. Basándonos en nuestra amplia experiencia en crisis similares en el pasado, como la del SARS en 2003 o el H1N1 en 2009, y en nuestra temprana experiencia con el COVID-19 en China, se han establecido todos los procedimientos, productos de higiene y desinfección, y equipamiento de Protección Personal necesarios para la prevención y la reacción ante cualquier sospecha de infección en nuestros hoteles y Oficinas en todo el mundo, y disponemos también de sistemas y canales de comunicación interna donde compartimos y actualizamos toda la información, recomendaciones y conocimiento necesario para la mejor gestión de esta crisis.

Web corporativa del Grupo Meliá

Web corporativa del Grupo Meliá 

Puedo aseguraros que en tiempos de incertidumbre para el mundo de los viajes, la seguridad y bienestar de nuestros huéspedes y colaboradores continúa siendo, tal vez más que nunca, nuestra máxima prioridad. Buena prueba de nuestra capacidad de respuesta ha sido la reciente colaboración ofrecida por el Complejo hotelero Sol Torremolinos, para mantener aislados durante el periodo de cuarentena a 9 clientes extranjeros que dieron positivo a coronavirus, (todos ellos asintomáticos) garantizando, no solo la seguridad y salud de todos los clientes y empleados, sino la normal operativa del hotel.

Nuestra segunda responsabilidad es la de mantener la continuidad del negocio. Debemos intentar reducir el impacto de esta situación mediante la adopción de todas las medidas que estén a nuestro alcance, y para ello hemos aprobado un Plan de Contingencia que contempla el fortalecimiento de la liquidez y financiación de la empresa, la cadena de suministro, la flexibilización de las políticas de cancelación para reactivar la confianza y las ventas, o la renegociación con algunos de nuestros socios y propietarios donde ello resulte inaplazable.

En tercer lugar, en momentos como este es cuando las empresas responsables debemos involucrarnos más que nunca, como agentes activos de la recuperación, en las sociedades en que estamos presentes.

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Sin precedentes

Dicho esto, el turismo y los viajes son una necesidad humana, uno de los “bienes superiores” que toda sociedad aspira alcanzar gracias al desarrollo socioeconómico. Como siempre explico, los viajes son, después de la vivienda y el automóvil, una de las prioridades para las nuevas clases medias que surgen en las sociedades de países emergentes y en desarrollo, y son también una herramienta fundamental de nuestra economía globalizada. Las personas querrán volver a viajar tan pronto como se despejen las alarmas por el virus, y por ello, la industria turística retornará con fuerza, si bien los tiempos vendrán marcados por la eficacia con que las naciones y organismos supranacionales reaccionen ante la epidemia.

La experiencia más cercana a la situación actual que recordamos es la pandemia del coronavirus  SARS en China, que se declaró en noviembre de 2002, siendo levantada la recomendación de no viajar por la Organización Mundial del Turismo en mayo de 2003. Tras siete meses en “cuarentena”, la demanda de los ciudadanos chinos recobró su dinamismo rápidamente, finalizando el año 2003 con un crecimiento sobre 2002 del 22%, y del 43% en 2004.

Sin embargo, la rapidez y globalidad de la expansión del actual coronavirus COVID-19 no tiene precedentes, pues la propagación del SARS fue mucho más lenta, si bien su índice de letalidad fue superior, y ello también provoca una mayor prevención y restricciones a la hora de viajar.  Bloomberg apuntaba hace unos días que el revés sufrido por el coronavirus en la industria turística será el mayor en 20 años, es decir, por encima del que causaron los atentados contra las Torres Gemelas, el mayor impacto registrado hasta este momento.

Varias personas jovenes de espaldas agarrandose en sus hombros

 

Unión, solidaridad, responsabilidad

Ante esta situación, la recuperación va a exigir un esfuerzo, nunca antes visto, por parte de las empresas y de las Administraciones Públicas.  De estas últimas reclamamos un esfuerzo de flexibilidad y de imaginación similar al que las empresas ya estamos aplicando, para adaptar sus políticas fiscales, laborales y económicas, de modo que se proporcione a la industria turística el pulmón que necesita para sobrevivir a esta crisis sin dejar demasiadas bajas por el camino.

Hasta ahora, el ritmo de respuesta de los gobiernos no ha sido el necesario: esta crisis nos ha enseñado que lo que un día se considera utópico o imposible, como es poner un país europeo en cuarentena, se convierte al día siguiente en una realidad que todos asumimos casi con “normalidad”. Pedimos a nuestros gobiernos un plan de choque, hoy mejor que mañana, tan valiente y ambicioso como lo requiere el desafío actual, con medidas fiscales, laborales, y económicas tales como facilidades financieras, supresión de gravámenes y aplazamiento de pagos, ayudas y flexibilización laboral, nunca antes vistas, para mantener el empleo y las empresas a flote.

Como he dicho en alguna ocasión, comparto la fe de nuestra Secretaría de Estado en la capacidad de resiliencia del turismo español, y deseo ver despejarse cuanto antes la incertidumbre motivada por el COVID-19, pero ni siquiera el sector turístico resistirá una debacle como esta, de duración indeterminada, sin ayuda.

Nos encontramos ante un desafío de país, uno que puede dejarnos heridas muy profundas cuando el temor al virus se disipe, y es nuestra responsabilidad abordarlo juntos, empresas privadas y Administraciones Públicas.