“¡Dejarme solo!” gritó chulesco el torero desde el centro del ruedo a sus subalternos.

“Pero si ya está solo, maestro” le replicó su mozo de espadas, a lo que el matador contrariado corrigió: “¿Y ese toro?, ¿es que no veis ese toro?”

El mismo grito y con la misma intención lanza una de las patronales de hoteleros de este archipiélago a su subalterno Gobierno de Canarias. Exige al legislador que le retire del ruedo el toro de la competencia para seguir disfrutando sin riesgo ni esfuerzo de una vida privilegiada y cómoda.

Ya lo consiguió hace más de tres lustros esa misma patronal cuando forzó una moratoria para cerrar la puerta a nuevos hoteles que pudieran comprometer el “cacho de la tarta del turismo de Canarias” que entendía le correspondía por derecho natural a su planta instalada. En ese momento, temerariamente, alimentó para conseguir sus fines el maltusiano discurso de la depredación del territorio y recursos. Y lo consiguió, hizo que el Parlamento de Canarias frenara la expansión de nuestra industria turística alojativa, un sector que ha probado ser capaz de multiplicar por 10 en términos de generación de riqueza (PIB/Recursos Fiscales/Empleo) cada tanto por ciento que ocupa del suelo (menos del 3% del territorio contribuye con más del 30% del PIB, ingresos fiscales y empleo directo). La moratoria turística que nos asola en lo que llevamos de milenio es todo un lujo en un territorio archipielágico, alejado y fragmentado al que no se le conocen fuentes de riqueza alternativa y que arrastra elevadísimos niveles de paro, pobreza y desigualdad social.

Y porque es insostenible, la vida busca camino al igual que esas briznas de hierba que vemos asomar en las grietas del piche de las carreteras. El ansia por emprender, generar riqueza, progresar en nuestro sector turístico ha encontrado en internet, en el derecho a la libre circulación de personas y el constitucional derecho a la propiedad privada la oportunidad de desarrollarse a través de la figura del alquiler vacacional quebrando la mezquina moratoria impuesta por la casta de los encastillados que considera propias las riquezas turísticas de nuestro archipiélago, nuestro sol, nuestras playas.

Playa con hamacas en el archipiélago canario

Ante la amenaza de perder el privilegio, de tener que compartir nuestros atractivos turísticos, de tener que competir, el lobby de oligopolistas recuerda a su subalterno Gobierno de Canarias la orden de que le saque al toro del ruedo, con la excusa, en esta ocasión, de que nos ha ido bien hasta la fecha con nuestro modelo turístico.

No dudo, señor oligarca, que a usted le haya ido bien. Pero nuestra tierra canaria tiene el triste honor de ser la tercera región de España con mayor desempleo y la primera en cuanto a riesgo de pobreza y exclusión social. Toca liberalizar para volver a generar riqueza dando oportunidades a los excluidos. Toca acabar de una vez con la PLUTOCRACIA que desde hace décadas, en su defensa de privilegios, encorseta el desenvolvimiento del libre mercado frenando el progreso de nuestra región.