Mujeres con burka

Los recientes atentados en Francia han convertido el país en un hervidero de intolerancia y estigmatización hacia la población musulmana. A la prohibición del niqab y el burka, ahora se le suma la prohibición del burkini en una treintena de ciudades costeras por considerarlo un símbolo de represión sexista y dominación patriarcal, a pesar de que la ONU señala que las restricciones en cuanto a manifestaciones religiosas (incluidas las vestimentas) solo se permiten en circunstancias limitadas relacionadas con la seguridad, el orden, la salud y la moral públicos.

En el país galo, llevar un velo integral en espacio público es ilegal desde hace cinco años y conlleva una multa de 150 euros. Este verano, las sanciones por utilizar un burkini en ciudades turísticas como Cannes, llegaron a los 38 euros, pero muchos fueron los que se alzaron en contra de estas medidas. Uno de ellos es el presidente François Hollande, cuyo índice de popularidad sigue decreciendo en el país galo, que rechaza la idea de una nueva ley que prohíba el burkini por considerarla inaplicable e inconstitucional y advirtió sobre la estigmatización de los musulmanes debido al terrorismo islamista.

El auge de la extrema derecha ha radicalizado al país en torno a la reivindicación de la ?identidad francesa" y el "modo de vida francés?. El expresidente, Nicolás Sarkozy, dio su primer mitin de campaña en Châteaurenard, cerca de Aviñón, y entre sus propuestas destacaron suspender el reagrupamiento familiar de inmigrantes e internar a los fichados preventivamente por radicalización islamista. En torno al burkini y otras indumentarias islámicas, el candidato exigió más prohibiciones.

Esta creciente islamofobia en el territorio galo puede provocar muchos recelos en el turista musulmán de alto nivel adquisitivo de cara a escogerla para pasar sus vacaciones. Destinos de lujo como Saint-Tropez o la ya mencionada Cannes podrían perder visitantes, dando una oportunidad muy interesante a puntos españoles de gran popularidad entre este tipo de turistas como Puerto Banús o Baleares.

España cuenta con una población más abierta hacia la cultura musulmana, además resulta atractiva por la cantidad de reminiscencias árabes en el arte. Asimismo, al contrario que en Francia, no existen políticas que restringen el uso de vestimentas de carácter religioso.

Sin embargo, la apertura política no aleja a España de actos aislados de xenofobia. Hace unos semanas, una embarazada fue agredida en Barcelona mientras paseaba por llevar puesto el niqab. Los presuntos agresores tenían antecedentes por pertenecer a grupos radicales de extrema derecha. El caso está en manos de la Fiscalía Provincial de Delitos de Odio y Discriminación. Ante estas acciones han surgido movimientos que luchan contra la xenofobia y que han conseguido hacerse oír entre la población, como es el caso de SOS Racismo que cuenta con varias sedes a lo largo del territorio nacional.

No obstante, es necesario dar un paso más para ofrecer garantías tanto a los ciudadanos como a los actuales y potenciales visitantes que profesan la religión musulmana. Las instituciones políticas deben tomar medidas para que no se reproduzcan actos de xenofobia que ofrezcan una mala imagen exterior y transmitan inseguridad. Además, los órganos de promoción turística tienen que aunar esfuerzos para atraer a turistas islámicos, especialmente interesados en el turismo de lujo, vendiendo justamente un ambiente multicultural de libertad religiosa.

En términos mundiales, según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT) en 2014, 108 millones de turistas musulmanes, provenientes en su mayoría de Argelia, Turquía, Marruecos y Egipto viajaron a otros países, lo que supuso un gasto de 133.000 (10% del sector) y para 2020 se espera que el gasto ascienda hasta los 184.000 millones, un 38,3% más, lo que supondría más de un 13% del gasto mundial en turismo.

En nuestro país, ya en 2014 la cifra de visitantes mahometanos ascendió a 2,6 millones, situándose así como el cuarto destino europeo en volumen de turistas de países musulmanes. Estas cifras son superiores a las de otros mercados a los que se les presta más atención, como el chino, que sólo llega a los 300.000 visitantes. En el mismo año los turistas islamitas gastaron una media de 1.500 euros por persona y la estancia media alcanzó los nueve días.

España se presenta como un país atractivo para el turista árabe y musulmán, por lo que no es de extrañar que cada vez sean más los establecimientos que obtienen el certificado Halal, que garantiza que todos los productos y servicios cumplen con los requisitos exigidos por la ley islámica. Es más, en 2015 se celebró el primer Congreso Internacional Halal en Córdoba.

Teniendo en cuenta el contexto de los países vecinos y los ingredientes relatados con los que cuenta España, sólo se hace necesarioa un impulso más para atraer mayor cantidad de turistas musulmanes y afianzar unas visitas que generan un impacto económico positivo para el sector turístico. ¿Quién dará el primer paso?