Comer todo lo que puedas y beber hasta no poder más. Suelen ser dos objetivos habituales para el cliente que contrata el todo incluido en un hotel o para el comensal que opta por un buffet libre en lugar de un restaurante.

Sin embargo, el ‘rellena tu vaso cuantas veces quieras’ tiene los días contados en Francia. Desde el pasado 27 de enero el ejecutivo francés ha prohibido la distribución ilimitada de bebidas azucaradas en restaurantes y establecimientos del sector hotelero, de la restauración y educativos. El objetivo de este decreto, enmarcado en la nueva ley sanitaria del país, es reducir la obesidad provocada en gran medida por el consumo de grandes cantidades de azúcar refinada, muy presente en las bebidas azucaradas.

La industria turística en jaque

Así, esta regulación supondrá el adiós a las habituales máquinas en las que los clientes se sirven por sí mismos cuantas veces quieran, elemento fundamental de los servicios todo incluido de los hoteles. ¿Provocará esta nueva normativa el fin de un modelo cada vez más extendido?

Para responder a esta pregunta es necesario reflexionar sobre las posibilidades que tienen los establecimientos hoteleros de hacer frente a esta prohibición. Sin duda, este tipo de dispensadores son la opción más económica y eficiente de ofrecer soda sin fin, puesto que sólo requiere una fuente de agua, un carbonatador y siropes de diferentes sabores. Sustituir su función por bebidas embotelladas o enlatadas supondría un coste adicional que daría al traste con la rentabilidad del modelo ‘all inclusive’, entre otras razones por el incremento del espacio de almacenamiento necesario.

Las dudas son aún mayores en el caso de los cruceros, ¿podrán las navieras dispensar sodas ilimitadas surcando en aguas o mientras realizan sus escalas en las ciudades francesas? Lo que es seguro es que esta medida traerá nuevos quebraderos a la industria turística que debe responder a la vez a la nueva legislación y a las exigencias de los clientes sin perder rentabilidad.

Primero fue la tasa

La Organización Mundial de la Salud lanzó su recomendación y los diferentes países siguieron sus pasos. Desde el órgano internacional se pidió a los diferentes estados que aplicaran un aumento de los impuestos para desincentivar el consumo de los refrescos. Así países como Francia, México, España, Reino Unido y algunos estados de Estados Unidos ya aplican esta medida disuasoria del consumo que además aumenta la capacidad recaudatoria (España espera recibir 200 millones de euros procedentes de este impuesto durante 2017).

Ahora la pelota se encuentra sobre el tejado de las grandes productoras de este tipo de bebidas, que se ven en la encrucijada de encontrar una forma de abaratar su producción o utilizar un sustitutivo a la azúcar refinada. Mientras tanto, el sector turístico tendrá que confiar en que el alcohol y la comida sean suficientes para mantener apaciguados a los principales clientes del ‘todo incluido’, los  Millennials y los miembros de la Generación X.