Cada año miles de turistas acuden al Oktoberfest, en Munich, Alemania. La fiesta de la cerveza alemana guarda muchas similitudes con los Sanfermines, en cuanto al alcohol y el desenfreno, por ello tampoco es de extrañar que ambas celebraciones compartan su lado más oscuro: los abusos sexuales, que han aumentado durante los últimos años. 

Por ello, este año se ha reforzado la iniciativa ‘Acción Wiesn seguro’, activa desde hace 15 años, y se ha instalado frente a la archiconocida caseta Schottelhammel un centro gestionado por profesionales para proteger a las mujeres. "El centro está ahí para todos los problemas. Cualquier tipo de inseguridad es suficiente para venir a nosotras. Nos tomamos a cada mujer en serio, independientemente de lo banal que ella crea que para nosotras es su problema", asegura Magdalena Schierl, de la organización no gubernamental Frauennotruf München. 

El año pasado durante el Oktoberfest se denunciaron 31 delitos sexuales, entre ellos una violación. En 2015, las denuncias llegaron a 26, de ellas dos violaciones y dos intentos. 

Las voluntarias prevén que las detenciones aumentarán en las próximas ediciones. De hecho, la pedagoga socil Kristina Gottlöber del colectivo Irma ha explicado que: "Si sigue subiendo la demanda, habrá que ver si el año que viene deben ampliarse las instalaciones y el número de trabajadoras".

Esta edición del Oktoberfest es la primera tras la entrada en vigor de las nuevas penas por delitos sexuales en Alemania. En el país ahora se castiga el acoso sexual con hasta dos años de prisión para los ‘tocamientos’ y hasta cinco para los que usen medios como las drogas para anular la voluntad de las víctimas. En caso de agresión sexual colectiva todos los participantes pueden ser legalmente procesados.