Albarracín es un pequeño pueblo de Teruel con poco más de 1.000 habitantes, cuya patrimonio histórico y enclave montañoso lo convierte en una de las villas medievales más singulares de toda España. Declarado Monumento Nacional en 1961, también es miembro de Los Pueblos Más Bonitos de España y ha sido propuesto por la Unesco para ser declarado Patrimonio Mundial. Sin embargo, la preocupación por su conservación e integridad es creciente, debido a que las decenas de miles de turistas que visitan sus empedradas calles están deteriorando el entorno sobre el que se asienta la centenaria muralla almenada que antaño protegía al poblado en el medievo.

La Fundación Santa María, especializada en la restauración del patrimonio, ha sido la encargada de alzar la voz y denunciar este incipiente riesgo. Antonio Jiménez, gerente de la Fundación, ha alertado en declaraciones a La Vanguardia de que la presencia de una “perpetua romería de visitantes” está provocando un proceso erosivo “muy serio”, en particular en la parte norte de la muralla, considerada el monumento más importante de la localidad.
 

 Cada uno sube por donde le place y sin control, incluidos los que trepan en plan aventurero”


El acceso a la fortificación es libre y gratuito, por tanto, muchos turistas suben a lo más alto sin ningún tipo de vigilancia para disfrutar de una gran mejores panorámica. “Cada uno sube por donde le place y sin control, incluidos los que trepan en plan aventurero. Esto erosiona el terreno y destruye la cubierta vegetal, e incluso están quedando al aire los conductos que llevan los cables para iluminar la muralla”, ha denunciado Jiménez. El gerente de la Fundación advierte que la Torre del Andador, situada en el vértice de la muralla, también está sufriendo el desgaste provocado por el turismo de masas y actualmente está “muy degradada en su exterior”. “Ahí hay un serio peligro”, ha alertado.

Sin embargo, para Jiménez el problema no es el turismo en sí, sino el “descontrol turístico” en la zona. Entre las medidas que propone la Fundación Santa María para paliar estos efectos adversos se encuentran: delimitar los caminos, replantar con variedades autóctonas el resto de la ladera y canalizar las afluencias, de forma que se eviten aglomeraciones y perjuicios al entorno. Jiménez ha asegurado que todavía no se barajan fórmulas de pago por el acceso, pero sí de limitar el mismo a la Torre del Andador o de dialogar con los guías turísticos para que den ciertas pautas a sus clientes.