La capital alemana, que antaño era referencia por tener unos alquileres moderados y adaptados al nivel de vida de sus ciudadanos, no consigue frenar la especulación inmobiliaria.

Según datos del gobierno alemán, solo en 2015, el precio de los alquileres aumentó un 51%. A raíz de ahí, el gobierno lanzó una medida en donde se estipulaba que los precios no podrían superar el 10% del promedio de la zona. Sin embargo, la medida no ha gustado a parte de la ciudadanía que denuncian desventajas frente a gigantes inmobiliarios.

A esta situación se suma que cada año llegan a Berlín cerca de 40.000 personas que deben buscar alojamiento. Una llegada de habitantes que se han convertido en la excusa perfecta para aumentar las concesiones de obras de vivienda, mientras los salarios siguen estancados. Una situación que denuncian, comienza a ser insostenible ya que los recién llegados tardan meses en encontrar una vivienda y los que llevan mucho tiempo se ven obligados a desplazarse a zonas más económicas.