El fallecimiento el pasado miércoles de Francesca Ariazzi, una turista italiana de 36 años que sufrió una parada cardíaca en el puerto de Ibiza tras desembarcar de una barca procedente de Formentera, ha desatado una ola de críticas en los medios de comunicación italianos por la supuesta demora en la atención médica. Aunque las autoridades sanitarias de Baleares niegan el retraso en la llegada de la ambulancia, el caso se produce en un contexto de creciente preocupación internacional sobre una posible saturación del sistema sanitario ibicenco debido a la atención de los clientes de los clubes nocturnos por consumo de estupefacientes.
Según Il Corriere della Sera y La Repubblica, “hicieron falta unos 40 minutos para recorrer los escasos dos kilómetros que separan el puerto del hospital Can Misses”. El suceso se produjo alrededor de las 6:00 de la mañana, hora punta de salida de las discotecas. La joven, sin patologías previas y en aparentes buenas condiciones de salud, falleció cinco días después a causa del daño cerebral causado por la falta prolongada de oxígeno. Su muerte se ha producido apenas tres días después de que The New York Times publicara un artículo señalando que el alto número de emergencias por consumo de drogas en discotecas está saturando los recursos médicos de la isla.
Desde el Área de Salud de Ibiza y Formentera se defiende la actuación del SAMU061, que asegura haber enviado una ambulancia de soporte vital básico en 13 minutos tras la primera llamada, y una segunda de soporte vital avanzado en solo 4 minutos tras la activación del protocolo de parada cardiorrespiratoria. Sin embargo, la diferencia entre ambas versiones ha reavivado el debate sobre la fiabilidad de los servicios de emergencia en uno de los destinos turísticos más concurridos de Europa.
Tal y como publica el Periódico de Ibiza, el fallecimiento de Francesca ha generado una fuerte reacción en Italia y en redes sociales, donde se cuestiona si Ibiza está preparada para garantizar una atención sanitaria adecuada en temporada alta. La percepción de saturación, sumada a titulares internacionales críticos, podría deteriorar la imagen de la isla como destino seguro y confiable.