El capitán de un barco es el último en abandonarlo en el caso de que se hunda. Mucho se ha especulado con que si la anterior afirmación es un mito o una obligación, pero lo cierto es que en países como Italia no cumplir con ella constituye un delito.

Resulta preciso reparar en que un barco se puede hundir de muchas maneras, no solo en el sentido literario. Uno de los motivos que puede causar ese naufragio es un brote como el del coronavirus que, por ejemplo, impactó de lleno en el crucero Diamond Princess, que ha estado en cuarentena en la ciudad de Yokohoma (Japón)

A veces, sin embargo, se dan situaciones que evitan la fatal tragedia y el barco consigue salir a flote. En el caso del Diamond Princess, tal y como informa CrewCenter, ese golpe de suerte lo trajo el capitán de la embarcación, Gennaro Arma, quien se ha convertido en el máximo representante de la labor de un capitán: velar por la seguridad y bienestar de las personas a bordo. 

Los pasajeros de la embarcación han coincidido en que la actitud de liderazgo de Arma consiguió instaurar la calma en el buque y que no cundiera el pánico, pese a la difícil situación que estaban atravesando. Algo de lo que quisieron dar cuenta en sus redes sociales: "Una de las razones por las que no ha cundido el pánico entre los pasajeros ha sido por el liderazgo del capitán", apuntalaba uno de ellos en Twitter. 

El crucero cumplió la cuarentena el pasado 19 de febrero, cuando empezaron a salir los primeros viajeros. Sin embargo, la situación llegó a ser alarmante, tras detectarse alrededor de 600 afectados por el virus. En ese momento se llegó a temer por la salud del capitán, a lo que él respondió: "Hay tanto que hacer a bordo que mi única preocupación es cuidar de los pasajeros y la tripulación". Finalmente, fue el último en abandonar el Diamond dedicando sus palabras a los tripulantes: "Ustedes son los verdadero héroes de este viaje".  

Lo cierto es que el caso recuerda, por ser su antítesis, al del crucero Costa Concordia, que naufragó frente a la costa de la isla toscana del Giglio en 2012 dejando 32 fallecidos. Entonces, el capitán, Francesco Schettino, decidió abandonar la nave en un bote salvavidas dejando a cientos de personas atrás, un acto que le costó una condena de 16 años y un mes de prisión por homicidio involuntario, naufragio y abandono del barco.