La flamante presidenta electa de la Comisión Europea pronunció un importante discurso durante la jornada de investidura, en el que planteó políticas no solo para los próximos cinco años de su mandato, sino también objetivos a largo plazo como convertir a Europa en un continente neutro en 2050, es decir, que sea capaz de absorber las emisiones contaminantes sin efectos secundarios.

A tal fin propone una reconversión del oscuro y poderoso Banco Europeo de Inversiones en un Banco Medioambiental que dedicaría 1.000 millones de euros a la lucha contra el cambio climático y a la aceleración de la transición energética, entre otras políticas en favor del medio ambiente. Nunca un candidato había hecho propuestas tan radicalmente verdes. Aun así, no logró convencer a los políticos verdes para que la votaran y el jefe de estos en el Parlamento, Philippe Lamberts, declaró que era un progreso importante pero insuficiente. Para financiar, al menos en parte, esos proyectos plantearán nuevos impuestos que afectarían, entre otros, al transporte aéreo y al marítimo.

Banco Central Europeo | Foto: Epizentrum (CC BY-SA 3.0)

Banco Central Europeo | Foto: Epizentrum (CC BY-SA 3.0)

Sin necesidad de mencionar al sector turístico, la democristiana alemana ha marcado el camino por el que inevitablemente circularán los gobiernos que forman parte de la Unión en este campo.

En el caso español, las patronales y los lobbies del sector se oponen a cualquier medida que suponga una limitación a los flujos turísticos y cargan duramente contra cualquier intento de las autoridades correspondientes de imponer tasas o impuestos medioambientales como los de pernoctación en Baleares y Cataluña. Sus argumentos son o bien de carácter económico, destacando la importancia del turismo en este campo y el riesgo de pérdida de competitividad, o bien político-ideológico. Se quejan de que tanto el transporte aéreo como el de los cruceros suponen un pequeño porcentaje de la emisión de gases contaminantes – ninguno de los dos llega al cinco por ciento- y sin embargo se centran en ellos los ataques y que impuestos y movimientos como la “Vergüenza a volar” suponen restricciones a la libertad de viajar, que tanto ha costado conseguir.

Argumentos un tanto forzados. Ursula Von Der Leyen no hace más que recoger, tímidamente, algunas de las reclamaciones y exigencias de amplios sectores de la población europea y mundial -por supuesto en los países desarrollados-. Extintion Rebelion, en Gran Bretaña, ni siquiera señala al transporte como uno de sus enemigos sino que se centran más en la transición energética; para Alexandria Ocaso-Cortez y su Green Agenda lo importante son las políticas globales; y Greta Thunberg y sus amigos han empezado a hablar del “Flygscam” como un apartado dentro de una lucha más amplia. En su origen la vergüenza de volar se refería a hacerlo entre dos puntos entre los que hay alternativas menos contaminantes como el ferrocarril. Nadie le ha dicho a un sueco que se tiene que avergonzar por ir a Canarias en invierno, aunque la patronal turística local ya ha indicado que sus afiliados deberían hacer esfuerzos para mejorar su eficiencia a favor del medio ambiente, para disminuir el posible sentimiento de culpabilidad del turista.

La 'vergüenza a volar’ se convierte en tema de debate en los foros de aviación

Vergüenza a volar

Y respecto a la restricción a la libertad de viajar, más bien de volar, no veo que haya eurodiputados dispuestos a decírselo a Ursula, ni por supuesto analistas del sector que lo defiendan. Por encima de la libertad de viajar esta la libertad de vivir, me temo que responderían los activistas.

Francia ya ha anunciado un impuesto de salida en los billetes de avión que puede llegar a los 18 euros por pasajero – en business y larga distancia- y lo mismo parece que va a ocurrir con Holanda y Bélgica -Gran Bretaña ya lo tiene desde hace años- e, inevitablemente, lo mismo ocurrirá en el resto de Europa.

El éxito de los verdes en las elecciones europeas, especialmente en Francia, su fortaleza en países como Alemania y Suecia, y la aceptación de parte de su agenda por los partidos tradicionales debería ser suficiente para que en España los partidos de derechas y las patronales se percataran de que la ausencia de representación política importante es un fenómeno transitorio y que, a medida que siga aumentando el nivel de vida, las exigencias en favor del medioambiente irán en aumento, con un partido propio o con la inclusión de las mismas en los programas de otros partidos.

Las tasas e impuestos medioambientales en España están muy por debajo de los promedios de nuestros vecinos. Más importante que oponerse a las mismas seria intentar influir en el buen uso finalista de lo recaudado y en convencer a nuestros clientes turistas que aquí nos tomamos muy en serio el cambio climático, la transición energética y todas las medidas en favor del medio ambiente.