En los países desarrollados hay una lógica preocupación con el calentamiento global. Para combatirlo adoptan medidas que encarecen los servicios turísticos.
Se especula con que ese calentamiento afectará en los próximos años a los destinos del Mediterráneo, que perderían clientes en favor de los del Norte de Europa. En España ya se percibe un desplazamiento hacia el Atlántico.
Hay que recordar que esos cambios climáticos se producen paulatinamente a lo largo de los siglos. Puede que esa desviación hacia el Norte llegue a ser importante, pero no en nuestra generación, que está acostumbrada a las altas temperaturas que ahora sufrimos, mientras tengan lugar durante las vacaciones. Es más, los anglosajones y los nórdicos desean pasar calor unos días para limpiar las brumas del invierno y secar la piel oculta durante meses.
En un congreso de agentes de viaje británicos en Dubai, abandoné el protegido espacio del aire acondicionado del hotel para darme un chapuzón en el mar. Había que cruzar algo más de cien metros de playa a 45 grados —era junio—, para chapotear en el agua que estaba a 36.
Al regreso, me encuentro a un grupo de congresistas en la piscina, pinta de cerveza en mano asándose sin protección. Agitando la mano derecha les digo: ¡Qué calor! La respuesta fue lanzarme un brindis alzando la pinta mientras exclamaban con alegría ¡Qué calor! Usábamos las mismas palabras para expresar dos percepciones diferentes.
Me vino al recuerdo aquel viaje con Spantax de Estocolmo a Palma en época invernal en el que el capitán me invitó a la cabina. Cuando iniciamos la aproximación, la sobrecargo pasó a darle los datos climatológicos: “la temperatura es de 19 grados”. El capitán pasó a informar sobre los minutos que faltaban para aterrizar y la temperatura, que era de 21 grados. La sobrecargo le señaló lo que consideraba un error, a lo que contestó: "Al turista, un grado más”. Cualquiera sabe que entre 19 y 21 hay algo más que dos grados, está la ilusión de unas vacaciones en las que poder disfrutar de la playa y los paseos.
Si los termómetros suben mucho en los próximos años en el Mediterráneo, hay que informar a los turistas que la temperatura es de 29 grados, aunque el termómetro marque 31.
*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET)