A pocos días de que tenga lugar la cita anual de la Feria Internacional de Turismo de Madrid (FITUR), encuentro obligado del sector, aporto una serie de reflexiones para contribuir al debate sobre el modelo turístico actual.

Si hace 25 años alguien me hubiese preguntado cómo me imaginaba el turismo en nuestro país en el año 2020, probablemente mi visión del futuro no se ajustaría del todo a la realidad presente.

El turismo contribuyó con 178.000 millones de euros a la economía española en el año 2018 -y lo hará de forma similar en el año 2019 del que aún no se tienen resultados definitivos-. Además, es el segundo sector que más contribuye al empleo solo tras el comercio; tanto uno como el otro son dos sectores que en nuestro país a veces no gozan del mimo y cariño suficiente para unas industrias tan influyentes en nuestra economía.

Recepcionista de hotel

El sector turístico se dedica a la satisfacción de los deseos y anhelos de las personas en su tiempo de ocio y descanso. Los esfuerzos del sector van encaminados a conseguir clientes satisfechos y fidelizados mediante experiencias únicas y valiosas. No obstante, para tal labor a menudo es frecuente encontrarse con altos directivos en empresas turísticas cuyo temor a perder su puesto de trabajo les hace adoptar actitudes autoritarias con el personal a su cargo, intentando desarrollar una cultura del miedo a su alrededor para evitar, según ellos, que nadie pueda aprovecharse de su posición o de la empresa a la que representan.

Probablemente, ese miedo provenga de la alta volatilidad de los puestos de trabajo en un sector estacional como el turístico; de establecer metas, presupuestos u objetivos irrealistas; o del escaso conocimiento del sector actual por parte de la propiedad, que en ocasiones puede esperar unos beneficios o resultados que están lejos de la realidad, dificultando el entendimiento con la alta dirección que se ve en un dilema.

A veces más que el crecimiento sostenible en el tiempo de la empresa -que debería ser la prioridad número uno del alto directivo-, se impone el asegurar la permanencia en el puesto del gran jefe, consolidando un equipo a su alrededor que más que destacar por su valía dadas sus aportaciones, profesionales y novedosas, destaca por su capacidad para amoldarse a las necesidades del gran jefe.

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Puede parecer en un primer término que esta es una solución inteligente, pero no lo es, y a la larga acaba dañando la imagen de la empresa así como su credibilidad en el mercado.

Estamos en el mes de enero, el mes de Fitur, donde el sector turístico ofrece sus mejores ideas y proyectos para conocimiento de profesionales, prensa y público en general.

Mi propuesta para el año turístico que comienza es la siguiente: que todas nuestras empresas turísticas naden en la innovación, que todos los altos directivos sean valientes y prioricen la búsqueda de la excelencia, que surfeen olas de talento, que se rodeen y cabalguen millas con profesionales del sector a los que permitan desarrollar sus mejores capacidades y que sueñen alto siendo capaces al mismo tiempo de valorar el gesto más sincero y cercano que ofrece su personal de base cada día, una sonrisa.

Que esa sonrisa sea la misma que el máximo responsable, líder de la empresa, ofrezca a todos y cada uno de sus trabajadores cada día porque la actitud del líder será la que impregne a toda la organización. Una industria que se dedica a hacer disfrutar a sus clientes en sus momentos de ocio debe ser capaz de contar con una gran mayoría de directivos y profesionales que sean felices.

La importancia de las sonrisas

Nuestra industria turística afronta una nueva década que a mí me gustaría que fuera la de la consolidación del éxito del sector no solo en el aspecto económico, sino también social y medioambiental.

Para ello, la industria debe trabajar con el fin de mejorar la satisfacción del personal. En el año 2020, ayudaría que todas las empresas turísticas implantaran estudios profesionales y sistemas de mejora de la satisfacción del personal y de las empresas colaboradoras. No solamente se trata de hacer estudios, sino de llevar a cabo las medidas necesarias a través de las inversiones correspondientes para implantar las mejoras que se planteen.

La mejora continua a la que aspiramos debe ir precedida de la sintonía y la armonía del personal, tanto en las empresas grandes como en las pequeñas, porque al final el cliente durante su estancia va a tener ocasión de interactuar con ambas, redundando en su beneficio. Pero más allá de eso, esa mejora es necesaria por nuestro propio desarrollo humano y social, así como por el bien de nuestros trabajadores que se merecen lo mejor.

En el terreno medioambiental, la implantación de sistemas de gestión medioambiental es hoy en día una necesidad imperante para cumplir con el compromiso de respeto a nuestro Planeta a fin de dejar a nuestros hijos una Tierra en las mejores condiciones.

Me gustaría despertarme en el Fitur del año 2025 con la excelente noticia de que la gran mayoría de estos ambiciosos objetivos se han cumplido. Es momento de trabajar para ello.

Seamos capaces de priorizar el talento, la empatía y la humanidad en el año que comienza.

¡Feliz Fitur 2020!