La capacidad del medioambiente de las islas Canarias de asimilar la presión turística sin recibir un daño irreparable se ha visto reducida a la mitad en los últimos 20 años. Así lo determina un estudio elaborado por el Laboratorio de Sostenibilidad de Nueva York (EE. UU.), en colaboración con el Instituto Universitario de Turismo y Desarrollo Económico Sostenible (TIDES) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) sobre el concepto 'capacidad de carga'. Esta investigación expone que la presión generada por la población residente y el sector turístico de las islas, a través de la generación de residuos y explotación de recursos —entre otros—, está generando una degradación de los ecosistemas naturales que podría llegar a ser irreversible.

“Una de las diversas maneras en las que nos podemos aproximar al problema de cómo hacer un turismo más sostenible es identificando los sistemas naturales y humanos con los que el sector interactúa. Esta sería la primera cuestión, luego habría que identificar cuáles son las presiones que el turismo genera sobre los ecosistemas y calcular, además, cuáles serían los niveles de presión turística a partir de los cuales esos ecosistemas experimentan un proceso de degradación que puede llegar a ser irreversible”, explica en una entrevista con Tourinews el investigador del TIDES y profesor de Turismo y Desarrollo Sostenible en la ULPGC, Matías González, sobre el concepto denominado capacidad de carga.

González apunta a que el medioambiente del archipiélago canario ha estado sometido a tal presión durante los últimos 20 años que ha visto reducida a prácticamente la mitad su capacidad de regenerarse. “Por ejemplo, si viertes una determinada cantidad de agua residual al mar, este tiene capacidad, hasta cierto punto, para degradar todos esos elementos nocivos a través de la actividad bacteriana y convertirlos en sales, que son finalmente asimiladas por las raíces de las plantas”, explica el investigador, añadiendo que lo que en un momento determinado era un contaminante acaba siendo un componente del ecosistema. “Sin embargo, si alcanzas un punto en el que desbordas esa capacidad de asimilación, lo que ocurre es que el ecosistema se degrada”, advierte.

Turismo regenerativo sí o sí
 

González afirma que la exigencia actual es transitar “rápidamente” hacia un modelo de turismo regenerativo, el siguiente paso al sostenible. “No hay sostenibilidad sin regeneratividad [sic]; ya no nos vale con plantearnos un turismo que minimice los impactos negativos, porque estos, aunque sean mínimos, siguen degradando unos sistemas naturales cuyo estado de conservación empieza a ser crítico en algunos aspectos”. Por todo ello, afirma, la solución pasa por “darle la vuelta al calcetín” y empezar a formular estrategias regenerativas, es decir, dar forma a un nuevo turismo que sea “un contribuyente neto a la recuperación ambiental de los sistemas naturales y sociales en los que se fundamenta”.

Para ello, el académico critica la escasa iniciativa, tanto desde la Administración pública como desde las empresas, para contribuir a la transformación del modelo turístico actual e identifica “un cierto predominio de los factores de inercia, de seguir haciendo las cosas como se venían haciendo”. “Lo que tiene que constituir un aldabonazo que nos revuelva la conciencia y genere cambios en comportamientos tanto sociales como empresariales y, sobre todo, también en las Administraciones, es el darnos cuenta de que las herramientas las tenemos”, destaca, haciendo referencia a proyectos como el llevado a cabo por 15 establecimientos alojativos en Tenerife con la coordinación de la patronal Ashotel.  

“Hay una iniciativa de utilización de los residuos orgánicos sólidos generados en la actividad turística. Estos se transfieren al ámbito agrario, donde se compostan y pasan a formar parte de los suelos”, detalla González, que destaca que esta es una de las formas de reducir el vertido de materia orgánica a los vertederos y evitar que se generen gases de efecto invernadero y filtraciones contaminantes a los acuíferos.   

En definitiva, apunta el investigador, de no tomarse las medidas necesarias para un cambio de paradigma en el turismo de Canarias, las islas se abocan a un futuro en el que cada vez perderán mayores atractivos por el ascenso de las temperaturas —a lo que contribuye el cambio climático—, la pérdida de calidad en sus aguas y el empeoramiento de sus suelos. Todo ello podría repercutir en una menor cantidad de turistas, con el consecuente riesgo para la economía del archipiélago, basada casi en su totalidad en el sector turístico.