En la etapa tras la celebración de la cumbre de Glasgow COP26, todavía tenemos que hablar de un tema crucial para el turismo y los territorios donde se desarrolla, ya que la masificación turística parece un fenómeno que está de vuelta después de la pandemia, al contrario de lo que algunos colegas pensaban.

Siempre se ha asociado turismo de sol y playa con masificación, con saturación y sobresaturación turística, pero son ahora estos destinos los que quieren posicionarse como territorios neutros en carbono, reduciendo su huella hídrica y con un respeto a la biodiversidad, es decir, que afrontan el reto de adaptación y mitigación del cambio y crisis climática, que se engloba bajo un paraguas de cambio global en nuestro ecosistema, aunque no figure todavía de forma explícita en la agenda mundial de preocupaciones.
 

El reto de adaptación y mitigación del cambio y crisis climática

El reto de adaptación y mitigación del cambio y crisis climática

Cuando nos referimos a tratar de poner límites al crecimiento turístico, habría que distinguir entre destinos planeados para recibir un número de turistas y excursionistas en tiempo y espacio y territorios (pueblos, áreas protegidas, patrimonio, etc.) no pensados en acoger turistas, que son la mayoría.

La nueva etapa pospandemia no es realmente nueva en sí, ya que lo que está ocurriendo es un regreso —deseado por muchos— a la situación previa, es decir, seguir buscando como objetivo alcanzar números importantes de visitantes y hablamos de miles de millones en el mundo, a pesar de vender una imagen estandarizada de búsqueda de la sostenibilidad.
 

Es evidente que estacionalidad, masificación o saturación, y crecimiento turístico están íntimamente relacionados y en este trinomio esta la misma solución

 

La gestión de la saturación en el tiempo y espacio tiene que ver mucho con la estacionalidad dominante en la mayoría de los destinos, especialmente con aquellos que tienen una relación con el clima, ya que hasta ahora tienen picos de congestión muy altos y épocas donde apenan reciben visitantes, lo que afecta claramente a conseguir una sostenibilidad económica, ambiental y social.

Es evidente que estacionalidad, masificación o saturación, y crecimiento turístico están íntimamente relacionados y en este trinomio está la misma solución. La respuesta está en la creatividad e innovación para revertir esta situación.

Por tanto, no se debería seguir creciendo turísticamente —al menos en números de demanda y oferta— hasta no haber conseguido romper la problemática actual, ya que el número e intensidad de impactos negativos aumentaría hasta llegar a situaciones irreversibles o, como mínimo, muy costosas y difíciles de asumir.

 

 

Es un hecho que la masificación turística no va a desaparecer y puede que crezca aún más cuando se restablezca la normalidad, porque el comportamiento humano mayoritario es el mismo y especialmente porque el viajar, el ocio y el disfrute se han convertido en un derecho universal, y hablamos de miles de millones de personas, donde hay que sumar viajeros internacionales y nacionales con millones de viajes que, por cierto, tienen una tremenda repercusión en la huella de carbono que afectan a los destinos.

Quizás habría que puntualizar las consecuencias de no saber gestionar los destinos turísticos, es decir, el crecimiento turístico; y entre otras, cabria destacar la perdida de la calidad de la experiencia turística, los impactos sociales de convivencia entre visitantes y comunidad local, el deterioro ambiental y perdida de recursos naturales, imprescindibles para la oferta turística, por su también consumo incontrolado, los residuos, consumos energéticos, de agua, seguridad, etc. Todo lo que supondría llegar al punto de inflexión en el que el ciclo de vida de un destino (Butler) nos indica las posibles trayectorias de evolución del mismo, que si no se toman las medidas obviamente se pasaría a una situación de declive.
 

¿Se puede actuar? Por supuesto que sí y depende esencialmente de la voluntad política y empresarial


 

Y si bien en una primera etapa a corto plazo aumentarían los ingresos económicos, posteriormente bajarían muy considerablemente por esos impactos negativos hasta entrar en esta fase de decrecimiento que sería más rápida que la anterior de desarrollo.

¿Se puede actuar? Por supuesto que sí y depende esencialmente de la voluntad política y empresarial, de definir objetivos y modelo de gestión. Las herramientas existen y el talento también. No es solo la capacidad de carga turística, sino prioritariamente la forma, el concepto o modelo de gestionar el turismo.

Si tenemos en cuenta el futuro y no solo el presente, y queremos que sea positivo y beneficioso, es necesario pensar en un modelo de gestión sostenible que se traduce en competitividad.
 

*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.