La Ruta de la Seda se postula como la nueva apuesta estratégica de China. Con ella la superpotencia asiática asegura la estabilidad de sus fronteras, su suministro de energía y sus exportaciones, establece el transporte terrestre como alternativa a las vías marítimas y reduce la diferencia entre la riqueza de sus zonas costeras con el interior del país.

Un poco de historia

Esta ruta no es algo nuevo. A partir del siglo II A.C existió un corredor comercial de 9.000 kilómetros que unió Oriente con Occidente durante más de 1.500 años. Recorría toda Asia Central, Persia y acababa en Estambul, desde donde se trasladaba todo el material hasta las grandes ciudades europeas. Además, también existió una Ruta de la Seda marítima, como cuenta Marco Polo en los relatos de sus viajes.

Originalmente, los mercaderes viajaban con camellos en grandes grupos para protegerse de los maleantes y de las inclemencias climatológicas. Transportaban sedas, porcelana, lacas, pólvora y papel, entre otras cosas. Desde Europa trasladaban oro, plata, ámbar, marfil o perfumes. Los comerciantes intercambiaban sus objetos durante el trayecto, por lo que estos pasaban de mano en mano hasta llegar a su destino final. 

Su época de mayor esplendor fue la que corresponde a la dinastía Tang y al reinado de emperadores como Gengis Khan y Tamerlán.

En el siglo XVI, comenzó a decaer debido a los avances marítimos, y terminó convirtiéndose en un lugar de difusión de culturas y religiones. A partir del siglo XIX volvió a resugir el interés de Europa por la ruta. Hoy en día, la zona es valorada por miles de turistas que acuden para disfrutar de su belleza.

Una nueva era comercial

En 2013, el líder chino Xi Jinping anunció que relanzaría la vía e insistió en la necesidad del desarrollo de sus vecinos pues ?en el corredor económico de la Ruta de la Seda viven cerca de 3.000 millones de personas?. Asimismo, un mes más tarde aseguró que también quería relanzar la ruta marítima para establecer conexiones entre el Mediterráneo y las costas de África y el Sureste Asiático.

El proyecto plantea la construcción de una red de ferrocarriles, autopistas, puertos y vías marítimas, así como oleoductos y estructuras de extracción mineral y tecnología de la información.

China está poniendo su empeño en que esto tenga éxito. De hecho, hasta el momento se ha invertido 134.000 millones de euros para las infraestructuras, de los que 47.800 millones proceden del Banco Asiático de Inversión de Infraestructuras (BAII).

Vínculo con la Unión Económica Euroasiática

Xi Jinping y el líder ruso Vladimir Putin firmaron un acuerdo de vinculación entre el proyecto chino y la Unión Euroasiática, que nació en 2015 basado en la vinculación aduanera entre Bielorrusia, Kazajistán y Rusia.  

Aunque ambos proyectos están en diferente situación: el ruso en detrimento y el chino en plena expansión, China ha invertido 5.550 millones de euros en la construcción del ferrocarril de alta velocidad entre Moscú-Kazán que unirá a la capital de Rusia con China a través de Kazajistán. Esta es la acción que mejor refleja la unión entre las dos naciones. Reducirá en 33 horas el trayecto Moscú-Pekín en el que actualmente se tienen que invertir seis días.

Un paso más hacia el liderazgo mundial de China 

En 2017 China planea organizar una cumbre con todos los países que comprenderán la nueva ruta de la Seda. Nadie duda de que la creación del corredor tendrá como consecuencia el incremento de la influencia a nivel mundial. Además, contribuirá a estabilizar la brecha económica existente del nivel de desarrollo de diferentes zonas del país. En cuanto a Europa, el impacto económico será notable y positivo pues generará multiples oportunidades de comercio para sus empresas, sobre todo las de construcción, transporte y logística y reducirá los costes finales a los consumidores.  

La supremacía china ya es una realidad. Solo nos queda caminar de la mano e intentar sacar beneficio de los movimientos del gigante pues como competidor, sabemos que nos queda grande.