Alrededor de 145 ballenas piloto murieron en la isla Steward (Rakiura, Nueva Zelanda), el pasado fin de semana, después de quedarse varadas en la bahía Mason.

Según recoge Sur, un excursionista dio la voz de alarma el pasado sábado, 24 de noviembre, sobre la situación de los cetáceos, que quedaron varados en la bahía Manson en dos grupos separados por unos dos kilómetros entre sí, tal y como informó el Ministerio de Conservación de Nueva Zelanda en un comunicado.

La mitad de las ballenas ya estaban muertas cuando los socorristas llegaron al lugar, el resto tuvo que ser sacrificado debido a la dificultad para acceder a la zona. “Tristemente la posibilidad de reflotarlas con éxito era extremadamente baja. La lejanía del lugar, la falta de personal y el deterioro de la condición de las ballenas implicaba que lo más humano que se podía hacer por ellas era sacrificarlas”, aseveró el gerente de operaciones en Rakiura del Ministerio de Conservación de Nueva Zelanda, Ren Leppens.

La ballena piloto, también conocida como calderón, es un ejemplar de frente abombada y cuerpo robusto que puede medir entre seis y siete metros de longitud. Este tipo de cetáceo suele quedarse varado en las costas de Nueva Zelanda, donde el promedio de operativos de rescate efectuados por los funcionarios ambientales es de unos 85 al año, que tienen como objetivo salvar individualmente a estos animales.

Aún se desconocen las causas por las que ballenas o delfines se quedan varados, aunque se cree que puede deberse a enfermedades, errores de navegación, cambios repentinos en las mareas, persecución de depredadores o condiciones meteorológicas extremas.