Ninguna de las ciudades emblemáticas del mundo se salva de la masificación turística. Este fenómeno ha llegado también a Ámsterdam, donde residen unas 800.000 personas y recibe 17 millones de visitantes por año, dato que sobrecoge a cualquier vecino de la urbe.

Richy, empleado de una inmobiliaria en el centro de la capital holandesa, plantea un turismo de otro tipo, “de más calidad, más higiénico, mejor organizado”. Asegura que la gente viene a Ámsterdam a “fumar en los coffeeshops  y a ver el barrio rojo”.

Este agente inmobiliario agrega que es una especie de “turismo barato, que se aloja por dos duros, no cuidan la ciudad y no respetan las normas ni los horarios”. Para concluir, sentencia que: “vivir aquí se ha convertido en una pesadilla”.

En la capital de los Países Bajos se habla cada vez más de los “movimientos turismófobos” que tiene adeptos porque a todos incomoda el ruido, la falta de higiene y las aglomeraciones. Uno de ellos es Faircity, agrupación que dirigió varias protestas contra la promoción de turismo en la capital. Thomas de Groot, activista, plantea que “la gente ya no reconoce su propio vecindario y por eso los residentes ya no pueden más y se están sumando a estas acciones”.

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Aunque están de acuerdo en que el turismo en exceso no hace bien a la ciudad, los defensores de la actividad en el sector como Frans van der Avert, director de Marketing Ámsterdam, plantea que no solo vienen visitantes extranjeros, “hay muchos holandeses que llegan para conocer la ciudad” y que el crecimiento de la metrópoli tiene que ver con que hay más residentes, más estudiantes y más empresas.

En cuanto al lado negativo de la masificación, Van der Avert está de acuerdo en que hay que buscar un equilibrio que, según él, ahora mismo no existe. “La gente tiene problemas lidiando con los visitantes; se quejan del ruido, del tráfico, de la falta de limpieza, de los efectos negativos del turismo”. Concluye sus reflexiones diciendo que “es difícil de controlar y de limitar, pero no hay que dejar de buscar solución”.

Las ideas para frenar el turismo son muy variadas: subidas de impuestos en restaurantes, hoteles, tiendas, etc, por parte del Ayuntamiento. El municipio anunció la semana pasada que no dará más licencias para abrir nuevas tiendas en el centro de la ciudad, cuya oferta sea solo para los turistas. Esto incluye establecimientos de billetes, empresas de alquiler de bicicletas, comercios que venden alimentos para consumo directo, entre otras. La nueva regulación se aplica a una gran parte del centro de Ámsterdam y afecta a unas cuarenta calles comerciales.

Canales de Ámsterdam. Foto de Europa Press

Canales de Ámsterdam. Foto de Europa Press

Como parte del paquete de medidas, las autoridades municipales tampoco permitirán nuevos hoteles en las principales áreas de la ciudad y trasladarán a las afueras la terminal de cruceros. Según datos oficiales, en 2016 los hoteles de Ámsterdam tuvieron 7,3 millones de huéspedes. A ello se le suman aproximadamente 13.700 apartamentos alquilados mediante la plataforma Airbnb.

A pesar de las quejas, para Holanda como para cualquier otro país del mundo, el turismo es un elemento cada vez más importante para la economía. Esta industria ha crecido en los Países Bajos más que el resto de los sectores y representa el 3,9% del PIB. El pasado año los turistas se gastaron aquí un total de 76.000 millones de euros.

Cifras aparte, hay plataformas como De Groene Amsterdammer y Platform Investico, que plantean que “la parte trasera del turismo apenas se discute”. Es cierto que se mueve mucho dinero, pero hay quien advierte de que el turismo también implica muchos “costes ocultos”. El dueño de un anticuario en el centro, por ejemplo, asegura que los turistas que lo visitan “gastan poco y están buscando principalmente alcohol y drogas”, y piensa que Ámsterdam se puede convertir en “el Salou del norte”, un lugar donde la gente solo viene de fiesta.

Instituciones como Marketing Ámsterdam, han dejado de hacer publicidad a la capital para centrarse en “guiar a los turistas y orientarlos hacia otros lugares, otras atracciones y otro tipo de visitas”. Van der Avert, su director, concluye afirmando que  “es maravilloso que la gente quiera venir a visitar nuestra ciudad, pero la ciudad es para su gente, y hay que tener mucho cuidado para que los visitantes no se apoderen de ella y ésta no pierda su alma”.