La manida frase con la que los dictadores acusan a sus enemigos es utilizada por Trump para referirse a los medios de comunicación que no están de su parte, que son la mayoría. El dramaturgo noruego Henrik Ibsen la popularizó en su famosa obra de 1883. En realidad "el enemigo del pueblo" es el único honesto de todos los personajes al igual que ocurre con medios como The Washington Post o The New York Times en esta historia.

En lo que hace referencia al turismo se la podría aplicar a sí mismo en su sentido literal. Desde su toma de posesión, este propietario de hoteles ha tomado una serie de medidas que han afectado negativamente al turismo, y no solo en su país, sino en casi todo el resto del mundo. Primero prohibió la entrada a los nacionales de varios países musulmanes, después acusó a los mexicanos de ladrones y violadores y ahora se lanza a la guerra comercial con China, Europa, Turquía y finalmente, de momento, impone sanciones a Rusia e Irán. Las consecuencias son fatales para el turismo.

Como es lógico, el turismo extranjero a Estados Unidos disminuyó el pasado año y también lo está haciendo en el presente. El reminbi -yuan- ha perdido cerca del 10% con lo que los chinos, la gran esperanza turística de todo el mundo, viajan menos a destinos de largo radio y gastan menos en dólares o euros, lo que ya se está notando en toda Europa y especialmente en España; la lira turca se ha desmoronado más de un tercio solo en el último mes y un 70% desde sus máximos. Aun teniendo en cuenta la inflación, ese país se ha convertido en un destino barato para los europeos en perjuicio de España. La onda expansiva ha llegado hasta el Ibex hundiendo al BBVA, propietario de más de la mitad de uno de los principales bancos turcos. El rublo, por su parte, ha perdido más de un 10% encareciendo las vacaciones de los rusos a España, que ya estaba sufriendo los efectos negativos de la quiebra de uno de los principales touroperadores, Natalie Tours, importante sobre todo en Canarias y Costa Dorada.

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Y por si fuera poco la reimposición de las sanciones a Irán y la posible reacción de ese país han producido una inmediata subida del precio del petróleo y el temor a una subida mayor. El coste del carburante supone un tercio de los costes operativos de las compañías aéreas que inevitablemente subirán los precios de los billetes, lo que favorecerá, en términos relativos, a los destinos más baratos. Malo para nosotros, y a los más cercanos, bueno en el número y malo en el gasto.

El momento escogido por algunos comentaristas para pedir que prestemos menos atención al turismo europeo y nos centremos en el de larga distancia no ha podido ser más desafortunado. El exalcalde de Barcelona, Jordi Hereu, publicó el pasado día 10 un artículo en elEconomista abogando precisamente por esto, con los manidos argumentos de su muy superior gasto, ofreciendo incluso la disparatada cifra de que cada chino se gasta 2.595 euros en cada viaje a España, lo que multiplicado por los 514.000 que, oficialmente, nos visitaron el pasado año, nos darían unos ingresos superiores a los 1.330 millones de euros, cuando en realidad según el Banco de España el gasto de los chinos en nuestro país no llega a los 800 millones. Como las cifras que da Hereu se obtienen mediante encuestas que suman los costes del vuelo, en general en compañías chinas y los de las agencias, guías, etc. que no dan para tanto, hay que suponer que los chinos que nos visitan dan muestras de buena imaginación diciendo que gastan más de lo que de verdad gastan y así apoyan a su Gobierno que quiere demostrar que el inmenso gasto de los chinos en el exterior compensa, al menos en parte, el gran superávit comercial.

Pero ya se ocupa Trump de que gasten menos, aunque sea en su propio país. Parodiando a Churchill al referirse a los aviadores de la RAF en la batalla de Inglaterra: nunca en la historia de los conflictos humanos, tan pocos -en realidad uno solo- han hecho tanto daño a tantos.