Sé que esta reflexión no aportará nada. Sé que seguramente muchos piensan lo mismo. También que es más bien un desahogo o un sueño “erótico” de esos que nunca se cumplen. Pero el escenario actual nacional e internacional me pide desembuchar lo que interiormente revuelve mi cerebro y mi alma, mientras estaba en un cutre-chiringuito (de esos que ya mencioné en el anterior post).

Sí, busco un líder político que esté a la altura de los momentos que vivimos. Bueno, el que siempre se ha buscado porque lo que le pediría es lo que habría arreglado el mundo hace ya mucho tiempo. ¿Saben?, sólo le pediría que tuviera dos objetivos y cuatro cualidades, -nada más y nada menos-, pero qué triste que estas simples cosillas juntas no las vea por ningún lado. En fin, empecemos el desahogo.

¿Qué dos objetivos le pediría a ese líder político?

Por un lado le pediría que su objetivo número uno fuera “unir a las personas”.

Parece que ante la falta de inteligencia, ideas brillantes y altura humana, lo fácil, cutre y rentable en el corto plazo es dividir a la gente, enfrentarla y buscar las diferencias. Unas veces recurren a la historia, otras al idioma y otras a los territorios. En definitiva, jodernos a todos activando las diferencias y liderando esa división que manipulan, contagian y de la que, sin duda, ellos no pagarán las consecuencias.

Aquí no voy a hablar de la gente que cae en sus manipulaciones, ya sea en nombre de una bandera, una tierra, una lengua y demás, y que enfocan su existencia en insultar, amenazar y hasta usar a los muertos en aras de una división. Parece que el objetivo es educar en el “anti-algo”; puede ser un club de futbol, un país, una raza… da igual, el enemigo está fuera y no en nuestra propia estupidez que nos lleva a la violencia de una forma u otra. El ejemplo más reciente se puede encontrar en el que puede ser calificado como el nuevo término del verano, la turismofobia, y en cómo está siendo esgrimido el turismo como una arma política.

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El segundo objetivo que pediría a ese líder político es que mire al futuro.

Parece sencillo, pero no paro de escuchar cómo se anclan en el pasado para evitar enfrentarse a los retos futuros que tenemos ya frente a nosotros. Puede ser que no sepan debido a su incompetencia. Pero como una vez me comentó Jamie Lerner (famoso arquitecto) cuando llegó a ser alcalde de Curitiva (Brasil), una asociación de vecinos se le acercó en los primeros días de gobierno para pedirle que no hiciera nada en su barrio, no fuera a ser que lo estropeara. Preferían la autogestión que la intervención de la incompetencia.

Ambos puntos están unidos, pues suelen utilizar el pasado para dividirnos. Pero estoy harto, muy harto de cómo les escuchamos y nos dejamos contaminar de una falta de sentido común. Si no, basta con ver cuánto dinero se gastan en artificios políticos y cuántas necesidades educativas, sanitarias, turísticas, etc. hay sin cubrir. ¿Es así como nos están ayudando a crear un mejor futuro?

Pero claro, para hacer estas dos funciones, les pediría que tuvieran cuatro cualidades. ¿Sólo cuatro? Sí, es que ya pido poco. Con estas cuatro creo que se revolucionaría el panorama político.

La primera, formación.

Exigiría una altísima formación y además en el área que gestionan. Imaginen que un marciano baja a la tierra y aterriza en un cutre-chiringuito en España -es que siempre aterrizan en Nueva York…- y hace la siguiente pregunta: “¿Qué han hecho ustedes para que la gente con menos formación gestione millones de euros que no son suyos, que son obtenidos del esfuerzo de millones de personas y que encima de gestionarlos deficientemente, los roban?”¿Qué le respondo al marciano? Díganme. No sabría explicarle, por ejemplo, cómo es posible que responsables de turismo no dominan los idiomas de nuestros principales mercados emisores. Es un caso de incompetencia colectiva. Todos somos parte del problema.

La segunda cualidad que pediría sería experiencia.

Otra pregunta que me haría este marciano “español”, sería: “¿Cómo es que un concejal/consejero/ministro que no tiene experiencia técnica en áreas tan complejas como las que gestionan acaba dirigiendo Defensa, Deportes, Obras Públicas, Cultura y, por supuesto, Turismo a lo largo de su exitosa carrera política?” Está claro que cuando se van a gestionar millones, sí, millones de euros, no les importa si la máxima experiencia (como dijo una consejera de un gobierno autónomo) es haber sido reponedora de Carrefour y haber cobrado en B en otro trabajo. Brillante y olé sus cojones… y los que la votaron.

La tercera sería, como no, inteligencia.

¿Qué entiendo por ello? Pues la capacidad para encontrar soluciones eficaces y eficientes superando las limitaciones existentes, pero eso sí, dentro de la ley (y sin robar, por si alguien se le olvidaba).

Y la cuarta, calidad humana.

Si la formación es el motor del barco y la experiencia es el combustible, la calidad humana debería ser el rumbo. Y por calidad humana me refiero a humildad, curiosidad, respeto, honestidad, capacidad de escucha, pensar en el prójimo y, sobre todo, una enorme responsabilidad de servicio público. Sí, su trabajo es servir a la sociedad, no usarla para servirse él o ella.

En fin, que aquí acaba mi desahogo. Sé que no servirá de nada y que ese marciano que aterrizó en el cutre-chiringuito en España, se largará porque, primero, ve que nos autodestruimos nosotros solitos; y, segundo, partirá rápidamente acojonado no sea que se le cuele un político en la nave.