Es falso que con las vacunas nos hayan inyectado un nanochip financiado por Bill Gates para dar información a sus empresas, incrementar su poder y avanzar hacia el dominio del mundo.

No es cierto, pero millones de personas difunden este bulo con pleno convencimiento de que es verdad.

Sin embargo, sí es cierto que con las vacunas nos han introducido una micro solución de fórmula desconocida, cuya función es suprimir o, al menos, reducir la consecuencia más duradera y persistente de la pandemia que ha afectado, no solo a infectados, sino también a los que no han sufrido efectos físicos: el miedo. El miedo por nosotros mismos, por nuestras familias y por nuestros amigos. El miedo que, cuando se cronifica, deja secuelas psicológicas que muchos médicos creen que van a durar más que las consecuencias sanitarias tradicionales de la pandemia.

Por definición, la pandemia es universal, pero los efectos de la solución dependen de la edad que tengamos, del sexo y especialmente del país en el que vivamos.
 

El miedo por el virus ha ido disminuyendo y muchas personas ya se animan a viajar

El miedo por el virus ha ido disminuyendo y muchas personas ya se animan a viajar

En Gran Bretaña, después del “Freedom Day”, el 17 de julio, ha tenido unos efectos magníficos, incluso en aquellos que todavía no han sido vacunados, seguro que por contagio. Al quitarse la mascarilla, ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses han descubierto que eso de la “staycation”, quedarse de vacaciones en casa, no tiene la misma gracia que hacerlo en Benidorm, donde por el precio de una pinta te puedes tomar tres o disfrutar de aguas transparentes y templadas en el mar, por poner dos ejemplos.

En otros países como Suecia, el miedo ya se ha olvidado. Ni se acuerdan de cómo se ponía la mascarilla, que en el resto de los países nórdicos tampoco es obligatoria, ni siquiera en interiores. Algunos medios suecos están impresionados por la eficacia del sistema sanitario español en el proceso de vacunación. Los alemanes, a pesar de las cambiantes recomendaciones de su gobierno, prefieren venir a su isla favorita, al comprobar en los medios y en las conversaciones con los amigos que la han visitado que los locales han sido teutónicos en la implementación de las normas sanitarias y que el ritmo de vacunación aquí es más alto que en su modélico país.

En España, la encuesta del Instituto Carlos III nos señala la caída en la preocupación por el virus, la fatiga y los síntomas de la depresión postpandemia. Muchos están “hartos de oír hablar del tema”.

 

 

Los mayores, los que más gastan, han perdido el miedo por su conocimiento del destino y por la extensión de la vacunación; los más jóvenes, sencillamente, porque no podían aguantar más.

Los gobiernos han evaluado la situación y han preferido mirar hacia otra parte. Solamente sin miedo se puede entender la positiva, aunque lenta, evolución del turismo extranjero en lugares en los que los datos de la incidencia son, estadísticamente hablando, graves, aunque cada día que pasa el descenso es más notable.

La temporada se alargará, con lo que, al final del año, se habrán cumplido las previsiones de alcanzar el 50% del magnífico 2019.

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).