En este caso me quiero referir al turismo rural o, más certeramente, al turismo en las zonas rurales, que es la oferta alojativa que incluye el turismo de naturaleza, al menos en el contexto europeo donde la frontera entre el espacio rural y el natural no se percibe, ni realmente existe.

Si bien es correcto afirmar que sigue existiendo una gran segmentación de la demanda y no hay datos fidedignos de los perfiles a nivel cuantitativo, sí se puede tener una fotografía basada en mi experiencia de muchos años como consultor y formador, así como los 15 años como propietario de un negocio turístico en una zona rural-natural del norte de Cáceres. Dicha experiencia cambió mucho de mis teorías sobre los perfiles de demanda y me hizo aterrizar en una realidad poco deseada. A todo ello se suman que he conversado y analizado el tema con bastantes propietarios y gestores, la mayoría de ellos con buenos resultados.

Y sumando esta experiencia y el conocimiento, me gustaría incidir en los problemas que no ayudan a aumentar el grado de ocupación anual media de alojamientos y animación turística en las zonas rurales, Muy resumidamente, se trata de que la motivación y expectativas de casi el 50% de los consumidores o clientes (llega incluso al 70%) no coinciden con la realidad. A pesar de décadas, esto apenas ha cambiado mucho e incluso ha empeorado, pues las expectativas se enfocan mucho más en la diversión, fiestas o entretenimiento que en los orígenes de esta actividad económica, que surgió como una respuesta política y social a nivel europeo y no como una respuesta a la demanda, como en el sol y playa.

Las expectativas están referidas a encontrar un “campo” y “naturaleza”, creadas o inventadas en el imaginario de un importante porcentaje de la demanda

 
Refiriéndome específicamente a la demanda, podría resumirse como que las expectativas están referidas a encontrar un “campo” y “naturaleza” creadas o inventadas en el imaginario de muchos y que, obviamente, no coincide con la realidad. Esto es visible cuando los alojamientos son fácilmente accesibles tanto a nivel de compra como físico.

Para que se comprenda bien, les pongo un ejemplo de casos que han ocurrido en varios pueblos donde existe oferta turística y en los que su ruralidad pasó de reclamo a un gran inconveniente. Les hablo de las quejas de empresarios (propietarios de negocios de alojamiento rural) que, para satisfacer a parte de su clientela, consiguieron que los pueblos prohibiesen las campanadas de las iglesias, por su ruido molesto a horas de descanso; sacar fuera a las gallinas, gallos o cualquier animal que pueda herir el oído de los visitantes; y hasta prohibir los excrementos de vacas o ganado en las zonas urbanas de pueblos, algunos tal vez de 100 o 200 habitantes, para que sus turistas no sean molestados y, por tanto, no protesten y regresen.

Poster prohibiciones pueblo

Póster prohibiciones pueblo

Podría contar muchas anécdotas de mi propia experiencia, pero necesitaría varias páginas y algunas realmente serían increíbles, pero verdaderas, que muy resumidamente es que el campo, la naturaleza y la cultura real son algo que se perciben muy diferentemente entre oferta y demanda y, por tanto, hay una brecha o gap.

Es importante añadir que este gap se reduce mucho en la demanda internacional, tanto por ser mercados más maduros, como porque al coste de la estadía hay que añadir el transporte, en muchos casos aéreos y además porque el proceso de compra implica un análisis profundo del territorio o destino y las tipologías de alojamiento.

Se podría poner un dato significativo que nos muestra que aquellos destinos que reciben demanda internacional pasan de tener una ocupación media anual de un 30% a más de un 60% y no son las zonas más rurales o naturales de España, sino que coinciden con la presencia de aeropuertos internacionales próximos como Baleares, Canarias y el hinterland de la Costa del Sol.

La potencial amenaza de la llamada diversificación de la oferta turística para rebajar la masificación o saturación turística de otros destinos

Y la cuestión sería si la oferta debe responder y adecuarse a la demanda como en cualquier negocio y potenciar los atributos relacionados con el entretenimiento versus la vocación del entorno.

Y muy relacionado con esta posible transformación, que ya existe en un número importante de establecimientos, estaría la potencial amenaza de la llamada diversificación de la oferta turística para rebajar la masificación o saturación turística de otros destinos, que obviamente mira hacia muchas de estas áreas rurales, lo que implicaría que ese 50% de clientes que quieren un campo diferente al real se convirtiesen posiblemente en un 80% o más.

Evidentemente, habría que sumar el excursionismo sin regulación ni ordenación, que depreda el patrimonio natural, social y cultural y no genera ingresos en el destino, pero sí grandes costes que no son asumibles por las corporaciones locales ni las empresas.

Esto, sin duda, causaría unos impactos ambientales y sociales muy preocupantes. Porque, si bien existe desde hace años una tremenda masificación en espacios naturales y rurales, este suele ser en tiempo y espacio muy estacional. Pero esto cambiaría y seguramente, como ha ocurrido en muchos entornos pre-turísticos, los pueblos se transformarían en pizzerías, hamburgueserías de cadena o franquicias, o cualquier otro negocio netamente urbano o del sol y playa, hasta pueblos museo sin habitantes y por supuesto que nada tiene que ver con la identidad y atractivos de estos territorios que deberían ser su leitmotiv de visita.

Este fenómeno no es futurista, sino muy actual, y en algunos casos podemos hablar de que lleva décadas llevando al destino a una fase de declive, a veces irreversible (Butler, 1980).

Por cierto, si les interesa la temática, les recomiendo tanto la master-class que habrá el 17 de junio en La Florida (Uruguay), como la Feria AIRE2024, de Espacios Naturales, Turismo Activo y Ecoturismo en Córdoba, el próximo diciembre.


*Arturo Crosby es editor de Natour magazine.