Con motivo del Día Mundial del Turismo, el pasado 27 de septiembre, la Unión Empresarial para la promoción Turística de Madrid, el nombre lo indica todo, reclamaba “un análisis riguroso, técnico y especializado que permita la adecuada valoración de la temporada turística para no crear alarmas infundadas ante la bajada de turistas en España este verano". Recogían el argumentario expuesto en mi artículo publicado en El Economista el día 6 del mismo mes, titulado: Es pronto para llorar por el turismoen el que señalaba que a pesar de la conjunción de circunstancias negativas -desde la pérdida de valor de la libra por el Brexit, subida del petróleo, caída de la lira turca y mundial de fútbol en un verano europeo caluroso, así como un julio con una caída de casi el 5 % en el número de turistas extranjeros y una ligera disminución del gasto- había sido el segundo mejor julio de la historia, mejor que el magnífico 2016. También indicaba que “2018 será un buen año turístico, en el peor de los casos el segundo de la serie” y que los datos de ingresos eran mejores que los de entradas.

Resulta curiosa esta situación en la que los empresarios del sector dicen que éste va bien, mientras que gran parte de los medios de comunicación se ponen catastrofistas, al igual que el Presidente de la Confederación de Agentes de viaje que predice un 20% menos de turistas de sol y playa en 2019.

Los resultados de agosto dan la razón a nuestro análisis. La ligerísima caída, de menos de un 2%, tiene su contrapartida en un incremento del gasto total en el mismo porcentaje, con una subida del gasto medio cercano al 4% y del gasto medio diario del 10,7%. Vienen menos turistas, pero gastan más, justo lo que todos los analistas y la mayor parte de los políticos querían, aunque cuando esto llega se vuelven mojigatos. Siempre hay que tener cuidado con lo que se desea.

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¿Qué ha pasado?

Todos los turistas perdidos y algunos más proceden de Gran Bretaña y de Alemania, nuestros principales mercados, se han ido fundamentalmente a Turquía por el precio. Un gran porcentaje eran familias para las que, al viajar cuatro personas, cualquier ahorro es importante. Al no venir esas familias el gasto diario se ha disparado, puesto que los niños gastan poco. Correlativamente suben las estancias de 4 a 7 noches y bajan las de 8-15, especialmente estas últimas. En conjunto, el sector hotelero ha aumentado el número de estancias. Toda la caída se debe al alojamiento denominado en la encuesta del INE como de no mercado, concretamente a los que dicen venir a viviendas de familiares y amigos, con una caída de casi el 17% en agosto y más de cinco en el acumulado.

Ese apartado es una falacia. Nadie se puede creer que diez millones de extranjeros vengan al año sin pagar por el alojamiento. Muchos declaran eso en la encuesta porque así han sido instruidos por los propietarios que les alquilaron sus viviendas en origen para evitar el pago de impuestos. No pasa nada porque vayan a otro sitio. La prueba es evidente. Al salir de la encuesta los que declaraban gastar muy poco, los que quedan gastan de media más, aunque individualmente gasten lo mismo. Milagros de la estadística.

Otra curiosidad de los datos de agosto es que los franceses que habían caído fuertemente en julio regresan con fuerza en agosto, ya como campeones del mundo terminado el mundial, mientras que los nórdicos que habían subido el mes anterior, por reservas anteriores, caen en agosto por el buen tiempo allí arriba. A veces las circunstancias incontrolables pesan.

Las caídas se concentran en Cataluña (-5%) por la incertidumbre y en Canarias por las familias alemanas y británicas. La de Baleares es mínima. En el resto de las comunidades turísticas las cifras son más altas que en 2017.

La realidad quedará más clara cuando tengamos datos definitivos de la Balanza de pagos que elabora el Banco de España y que excluye los gastos de los turistas que no repercuten en nuestro país. En los dos primeros trimestres del año los ingresos reales por turismo han aumentado más de un 4%. Es muy probable que terminemos el año por encima del pasado. Si a eso añadimos el buen comportamiento del turismo nacional tendremos el mejor de la serie.

Cuando se les pregunta a los turistas cuáles son los aspectos negativos de un destino, el exceso de turistas siempre aparece en los primeros lugares, algo compresible cuando leemos que este verano habían pasado más de noventa mil personas por las calles de Palma. Si queremos proteger al turismo no hay que promover el exceso del mismo. Por supuesto, no se puede caer en la complacencia. Los próximos años serán complicados, pero nuestro sector tiene una gran capacidad de adaptarse a las circunstancias. Necesitamos un gran número de turistas debido al tipo de sistema que se ha creado, pero de momento parece que ya hemos alcanzado ese número. Ahora hay que mantenerlo con la rentabilidad adecuada.