Expertos y profesionales de diversas áreas han teorizado, y mucho, sobre la importancia del paisaje en el ecosistema turístico. Entornos que, en su acepción más amplia, no solo hacen referencia a los parajes naturales, sino también a áreas urbanas y centros turísticos. Lugares, en pueblos, en ciudades, en zonas costeras o en áreas de interior, que deben estar limpios, en constante cuidado, con árboles y plantas y libres de contaminación visual para transmitir no únicamente belleza, sino también sensación de pertenencia y de estima para aquel turista que lo visita por primera vez y, también, para aquel ciudadano que lo transita cada día.

Según explica en el programa de radio Bungalow103 Rafael Molina Petit, economista del estado y delegado en Canarias de Icex, en los años 70 “preocuparse por el espacio era algo anticuado” y prueba de ello son “las construcciones de determinadas áreas de Benidorm (Alicante), Torremolinos (Málaga), el sur de la isla de Gran Canaria o incluso algunos puntos de Mallorca”. Se trataban, afirma, de “construcciones toscas que no tenían en cuenta el lugar, que no eran integradoras”. Sin embargo, el presidente de Adapa, organización sin ánimo de lucro que defiende la importancia de los árboles y del paisaje, añade que está más que demostrado que "sin un paisaje de calidad no puede existir un turismo óptimo, que gaste en el destino” y muestra de ello es la "herencia de César Manrique en la isla de Lanzarote", ya que esta isla canaria es hoy en día la que “mayor renta per cápita tiene de todo el archipiélago". 

Entre los citados expertos que han estudiado la incidencia del paisaje en la creación de un entorno turístico se encuentra Joan Nogué, geógrafo, catedrático universitario y director del Observatori del Paisatge de Catalunya, quien afirma que “la imagen más frecuentemente utilizada para difundir un determinado centro turístico es, precisamente, su paisaje”. Y aduce que, por ello, es muy importante "contar con paisajes de calidad y saber gestionarlos de una forma racional; tanto en cuanto que son unos recursos naturales muy frágiles".



 

Pero si el paisaje es importante para embellecer el territorio, para evitar la contaminación visual y para atraer a un turismo de calidad, también lo es porque “mejora la economía, y no únicamente por la incidencia del turismo”. Según afirma José Antonio Sosa, arquitecto y profesor de proyectos de arquitectura en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, las casas situadas en calles arboladas “se revalorizan”. Sosa afirma, haciéndose eco de un estudio de la universidad de Oxford, que en el área metropolitana de Londres, la ciudad más reforestada del mundo, aquellas viviendas que “tienen árboles en sus aceras valen en torno a un 20% y un 30% más que si no tuvieran dichos árboles plantados”. Es decir, que talar árboles en la ciudad no solo implica “desmejorar la calidad del aire o afear el paisaje”, sino también supone “la pérdida de valor económico de un inmueble” y por ello, para el experto, no es de extrañar que en Londres las viviendas ubicadas en el centro de la ciudad sean “las más caras del mundo”. De hecho, Sosa afirma que la capital británica es un modelo a seguir en cuanto a “protección de su paisaje urbano” y tanto es así que actualmente “se discute en el parlamento inglés si es posible designar Londres espacio natural”. El paisaje, por tanto, no se convierte “en un gasto”, sino que se trata de una “inversión más que segura”.

¿Qué puedo hacer yo para proteger mi paisaje?

Tanto para Molina Petit como para Sosa, proteger el paisaje no es únicamente una labor que atañe a políticos o empresarios, sino que interpelan a cada persona para que se cuestione: "¿Qué puedo hacer yo para proteger mi paisaje?". Quizás sea pintar la fachada, plantar un árbol, recoger los excrementos de la mascota o protestar cuando exista una agresión al entorno. Y es que, señalan, defender el entorno natural y urbano supone "una defensa a ultranza de lo público, de lo comunitario", y una cuestión primordial con la que conseguir "que todos podamos vivir mejor”.