El municipio de Roses, ubicado en la provincia de Girona, cuenta con diferentes atractivos turísticos que pueden ser admirados desde tierra, mar y aire. Sin embargo, hay uno que permanece oculto bajo el suelo.

Se trata de un refugio antiaéreo, uno de los muchos que se construyeron en el municipio durante la Guerra Civil española (1936-1939), con el fin de proteger a la población civil de los ataques de la marina de guerra franquista y de la aviación italiana.

Este espacio, denominado Refugio de la plaza de la Pau, aunque anteriormente respondía al nombre de Pujada a l’Escorxador, es el único visitable dentro del núcleo urbano rosense. Además, forma parte de la Red de Espacios de Memoria del Memorial Democrático.

Durante este verano abrirá sus puertas al público los viernes 19 de julio, 2, 16 y 30 de agosto, por un precio de 5 euros para los adultos y de 3 euros para los visitantes de entre 6 y 17 años. Las entradas pueden adquirirse en la Oficina de Turismo, ubicada en la Av. de Rhode, 77.

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Interior del Refugio de la plaza de la Pau

Para la construcción de esta trinchera, se aprovechó el desnivel natural del terreno entre las calles Trinitat, Capità Ariza y Josep Sabater. Anteriormente contaba con tres entradas: una bajo las escaleras que llevan a la plaza de la Pau (entrada principal); otra al final de la Pujada de l’Escorxador; y la tercera en el suelo de la calle Girona, esquina con Josep Sabater.

La adecuación del refugio para hacerlo visitable, motivó una intervención escultórica en los muros que delimitan la plaza de la Pau, con el objetivo de reforzar el sentido simbólico del espacio. En concreto, el enclave está distribuido en tres zonas: el Refugio, que evoca la incertidumbre del momento, pero también la protección del lugar; la Fachada de la Guerra, que muestra sus horrores; y la Fachada de la Paz, que simboliza esperanza y prosperidad.

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Refugio de la plaza de la Pau

El Refugio de la plaza de la Pau cuenta con 100 metros de longitud, un metro de anchura y 1,90 metros de altura media. A este respecto, Eudald Francisco Badosa, que tenía 4 años cuando estalló la Guerra Civil, confesó que tenía que rellenar unos zuecos con paja, para mantener los pies calientes, cuando se cobijaba en el refugio, ya que hacía mucho frío y humedad en él. 

Por otro lado, recordó que el refugio solía estar limpio, aunque había agua en el suelo. También, que una anciana, para conseguir que el resto se mantuviera callado, decía que había un aparato a través del cual podían espiarles. Mientras que algunos vecinos se escondían en el refugio, otros se quedaban fuera para avisar del fin de los bombardeos.