El nuevo presidente de los Estados Unidos tiene su mirada puesta en el sector aéreo. Tras revolucionar el control de inmigración con su prohibición de entrada a pasajeros con visa de siete países de Oriente Medio, ahora se centra en modificar el sistema de tráfico aéreo del país.

Así para el año fiscal 2018, se pretende recortar las funciones de la Federal Aviation Administration (FAA) que pasarán a manos de una “organización independiente, no gubernamental” sin ánimo de lucro, hasta que finalmente toda la gestión del tráfico aéreo recaerá en su poder.

Se trata de una medida que ya había sido solicitada previamente por las principales aerolíneas del país, pero que fue rechazada en el congreso. Este cambio en la regulación también tiene el apoyo de la National Air Traffic Controllers Association, el sindicato que aglutina a más de 14.000 controladores aéreos, puesto que lo consideran una oportunidad para mejorar la falta crónica de personal en algunas de las instalaciones que controlan más tráfico de la nación.

Ambos sectores creen que la modernización en el sector ha sido muy lento y que la entrada de una empresa privada podría mejorar su rendimiento como ya ha ocurrido en países como Australia, Nueva Zelanda, Alemania o Suiza.