Tombuctú, en Mali, era una ciudad que basaba el 70% de su economía en el turismo y que actualmente no recibe visitantes.
La Perla del Desierto cuenta con hoteles pero no con huéspedes desde que la amenaza del yihadismo acabara con el encanto que durante años los exploradores habían generado en torno a ella.

Ya en 2008, la cancelación del Rally Dakar y su posterior y definitivo traslado a Sudamérica hacían presagiar la debacle de este destino potenciada por la recomendación de muchos países occidentales de viajar a Mali. Tombuctú pasó de 45.000 turistas en 2006 a 6.000 en 2009. Ya en 2011 la cifra se fijó en 492.

El secuestro de cinco turistas en la propia ciudad por parte de Al Qaeda y las revueltas terminaron de hundir el destino y llevaron a la ciudad a estar terminantemente desaconsejada para cualquier viajero. Mahmud, propietario de un hotel en la urbe sostiene que “es la cosa más horrible que podía pasarnos. Si no hay turismo nada funciona en Tombuctú”.

Y es que los guías turísticos emigraron de la ciudad y hasta los artesanos tuareg han tenido que buscar otros puntos donde vender sus joyas. Es más, de las de las cinco agencias oficiales de viajes que trabajaban en la ciudad solo dos siguen funcionando no llegando a superar entre todas los 20 turistas al año.