República Dominicana se sitúa en el primer lugar en el Caribe, el segundo en Latinoamérica y el puesto 19 a nivel mundial en el Medical Tourism Index. En 2022, el país recibió a 338.747 turistas internacionales que viajaban para someterse a algún tratamiento médico, consolidándose como uno de los principales destinos de turismo de salud a nivel mundial. No obstante, más del 80% de estos visitantes fueron dominicanos residentes en el exterior, especialmente en Estados Unidos, que regresaron al país para algún tipo de chequeo dental, cirugía plástica y otros procedimientos médicos. Los bajos costos, la calidad del servicio y la cercanía son los principales factores que motivan su elección.
Esta creciente demanda ha servido de incentivo para centros médicos de ciudades como Santo Domingo, Santiago de los Caballeros, Bávaro-Punta Cana y Puerto Plata a invertir en infraestructura y capacitación de personal.
Estos datos justifican y respaldan las afirmaciones recogidas por Diario Libre de Amelia Reyes Mora, vicepresidenta de la Asociación Dominicana de Turismo de Salud (ADTS): “El más beneficiado del turismo de salud no es el turista, es el propio dominicano, porque toda esa infraestructura, todos esos procedimientos, todos esos protocolos, van a beneficiar a quienes vivimos aquí”.
De acuerdo con la mencionada asociación, este segmento genera un gasto siete veces mayor que el turismo convencional, ya que cubren de su propio bolsillo más del 90% de los costes y aportando más de 1.300 millones de dólares a la economía en 2022. Este impacto se extiende a sectores como transporte, hotelería y gastronomía.
El presidente de la ADTS, Alejandro Cambiaso, y su vicepresidenta, Amelia Reyes Mora, subrayan la importancia de mantener altos estándares de calidad y seguridad. En este sentido, promueven la acreditación local e internacional de los centros médicos, así como la creación de departamentos especializados para atender a pacientes extranjeros y coordinar con aseguradoras internacionales.
Para la ADTS, atraer a más dominicanos de segunda y tercera generación residentes en el exterior dependerá de fortalecer la confianza y combatir percepciones negativas, garantizando siempre la atención segura y de calidad.




