La pandemia actual de coronavirus no está permitiendo salir a bailar, pero eso no significa que las discotecas tengan que cerrar. Eso sí, han tenido que cambiar el concepto. Eso es lo que debió pensar Norbert Thormann, propietario de Berghain, el templo mundial del techno, en Berlín (Alemania).

En marzo, cuando estalló la pandemia y la idea del confinamiento y, por tanto, cierre de clubes sobrevolaba Europa, Berghain decidió por sí sola cerrar sus puertas consciente de su rol ejemplarizante. Fue entonces cuando Thormann levantó el teléfono y llamó a su buen amigo y coleccionista de arte Christian Boros.

La maquinaria de la Fundación Boros se ponía en marcha para inaugurar el pasado 9 de septiembre la exposición artística Studio Berlín, que recoge las obras de 117 artistas. Solo dos fueron las premisas impuestas por Thormann: reunir los trabajos de los últimos meses de los artistas y que la muestra no se tratara solo de un montón de “hombres blancos heterosexuales”.

La diversidad constituye así el hilo conductor de la exposición, financiada en parte por el Senado alemán. “Mañana es la cuestión” recoge la pancarta que recibe a los visitantes cuyo camino sigue el ritual de Berghain en las noches berlinesas: esperar la cola, enfrentarse al portero —aunque no sea el conocido y temido Sven Marquardt, que esta vez espera dentro exponiendo una de sus fotografías— y precintar la cámara del móvil con un adhesivo.

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Pancarta que recibe a los visitantes de Studio Berlin | Foto: Noshe

Las fotos dentro del “templo” siguen estando prohibidas, ahora no para proteger la desinhibición de la noche, sino para proteger las obras. “Saldrás de Berghain con la cabeza llena de recuerdos e ideas, no con una colección de fotos que adornen tus redes sociales”, promete la Fundación Boros.

Según la publicación Traveler, ninguna de las obras se quedará en el establecimiento de forma permanente, excepto posiblemente el grabado de Cyprien Gaillard en las puertas metálicas del baño. Razón por la que habría que ir a visitarlas antes del mes de diciembre, fecha hasta la que se ha extendido la duración de la exposición, ya que las reservas se agotaron en las primeras semanas.

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Una de las obras que forman parte de la exposición StudioBerlin | Foto: Nosche

Las entradas cuestan lo mismo que costaba disfrutar de una noche de techno en el club, unos 20 euros, y los beneficios se destinarán al mantenimiento del edificio de la antigua planta de energía reconvertida en discoteca, que a su vez se ha transformado ahora en galería de arte.