En tiempos de turismo masificado y apresurado, España ofrece una experiencia única y serena: dormir en monasterios habitados o reconvertidos, donde el viajero encuentra historia, silencio y espiritualidad. Esta ruta, no oficial, pero cada vez más buscada, permite conocer el país desde una perspectiva distinta: la de la contemplación y la pausa.

Alojarse en un monasterio no es como hacerlo en un hotel convencional. Aquí, la experiencia importa más que las comodidades. Espacios como el Monasterio de Leyre, en Navarra, permiten al visitante descansar entre muros milenarios, con habitaciones sencillas y un entorno natural impresionante. Por la noche, el silencio es absoluto y, por la mañana, pueden escucharse los cantos gregorianos de los monjes benedictinos.

En Castilla y León, el Monasterio de Santo Domingo de Silos ofrece una experiencia aún más inmersiva: se puede asistir a los oficios religiosos, seguir el ritmo del día monástico y sentir el pulso de siglos de tradición espiritual. Aquí, la hospitalidad benedictina sigue viva, abierta tanto a creyentes como a no creyentes que buscan calma y reflexión.

En otras regiones, como la Comunidad Valenciana, la llamada “Ruta dels Monestirs” permite visitar antiguos enclaves como el de Simat de la Valldigna o el de Llutxent. Algunos de estos han sido adaptados como casas rurales o albergues, manteniendo su arquitectura original. Dormir en ellos es vivir una parte del patrimonio desde dentro, no como turista, sino como huésped de la historia.

Más allá del valor artístico o arquitectónico, estos alojamientos ofrecen algo escaso y valioso: tiempo. Tiempo para uno mismo, para leer, escribir, pasear o simplemente estar. No hay televisión ni ruido, pero sí silencio, naturaleza y una atmósfera de recogimiento que invita a la introspección.

Dormir en un monasterio es, en definitiva, una forma de viaje diferente. No solo se recorren kilómetros, sino también siglos. Es una experiencia transformadora, accesible y profundamente humana. Una manera de reconectar con lo esencial en un mundo que, a menudo, olvida la importancia de parar.

 

*Ricardo Zapata García es Técnico y especialista en Turismo