Hay ciudades sin mar que, sin dudas, han cambiado en lo que a turismo de baja temporada se refiere en los últimos años. Si antes era impensable transitar las calles de Madrid, Sevilla o Florencia —por poner tres claros ejemplos— durante el verano, la tendencia de los últimos años ha cambiado y las ciudades, que habían sido históricamente denostadas por sus altas temperaturas, esas mismas que se quedaban vacías y que pocos se atrevían a visitar son ahora un atractivo turístico, a pesar de “Lorenzo” y para alegría de hosteleros y hoteleros.
 

Visitar una ciudad y sus atractivos siempre es más agradable cuando hay menos gente


Y es que este fenómeno que se lleva observando en los últimos diez años con una evolución siempre alcista (obviando los años de pandemia) tiene mucho que ver con la oferta que estas ciudades promueven durante estos meses, es decir, la sensación de que las altas temperaturas forman parte de la experiencia y de que visitar una ciudad y sus atractivos siempre es más agradable cuando hay menos gente.

En Florencia, por ejemplo, quienes visitan la ciudad durante los meses de julio y agosto son un público cuyo gasto por persona aumenta respecto al de otros meses del año. Suelen ser turistas que están de tour por Italia o por la Toscana, concretamente, de nivel adquisitivo alto y buscan el viaje cliché de Un paseo por la Toscana con todas las consecuencias, y entre ellas está el calor sofocante y la humedad que carga el ambiente.
 


 

En Sevilla, los hoteleros han aumentado considerablemente su ocupación en los meses que se consideraban malditos, en los que la ciudad quedaba desierta de locales que huían al mar, pero que ahora aguanta a buen ritmo gracias a aquellos que sacrifican sudores y calores a cambio de ver una magnífica ciudad. ¿No es algo exótico para un británico pasear en chanclas por el centro de Sevilla a 35 grados a la sombra abanicándose en cada rincón?
 

Plaza de España, Sevilla. Foto de Freepik

Plaza de España, Sevilla. Foto de Freepik


A todo este fenómeno también hay que añadir la mejora en la movilidad en las ciudades. Bicicletas, patinetes, coches eléctricos, etc. han hecho que los turistas puedan moverse sin depender de cómo funciona el transporte público y es que, como la obra de Fernando Fernández Gómez, estas ciudades han entendido muy bien que las bicicletas son para el verano.

En definitiva, nos encontramos ante un fenómeno y evolución muy interesantes, sobre todo en un país tan atomizado turísticamente como España y que sufre todavía de estacionalidad aguda en muchos de sus destinos. El cambio climático juega un papel importante en todo esto y tendremos que ver cómo se comporta el mercado en los próximos años, pero parece que todas estas ciudades que sufrían durante los meses de verano han encontrado la manera de mantener un buen ritmo para que a los profesionales del sector le salgan las cuentas.

 

Manuel Rosell Pintos es experto en dirección empresarial, marketing y turismo. Actualmente, es CEO de la consultora turística Abbatissa y la start-up hotelera Spot Hotels.