Quien haya visto Succession puede hacerse una idea de lo que significa pertenecer, aunque sea por un día, al círculo más selecto de los superricos. En Nueva York, muchos visitantes pasan de la fantasía a la realidad contratando servicios que parecen salidos de la serie.

Aunque hay otras capitales del lujo en el mundo, la Gran Manzana sigue siendo la sede indiscutible de los millonarios. Aquí el lujo escala hasta las alturas y la ciudad se ofrece como un bosque de rascacielos donde nada parece suficiente. Desde hace décadas, Manhattan ha sido el patio de juegos predilecto de magnates, artistas y celebridades que buscan experiencias irrepetibles.

Para quienes desean descubrir su faceta más exclusiva, la ciudad propone un itinerario donde cada detalle está pensado para sorprender, desde saborear exquisitos platos acompañados de champán hasta pasar una noche en el hotel más caro del planeta o contemplar Manhattan desde un helicóptero privado.

Viajes en helicóptero


La manera más rápida y espectacular de captar la intensidad de Manhattan es subirse a un helicóptero que sobrevuele al río Hudson. Los vuelos privados ofrecen rutas personalizadas que permiten ver la Estatua de la Libertad, el Empire State y Central Park desde un ángulo que eleva la sensación de estar en el corazón del mundo. 

Para los superricos de Nueva York, los helicópteros son más que un transporte. Son la forma de llegar a tiempo a donde van, incluso un símbolo de estatus y una manera de recortar las distancias en una ciudad frenética. Cuando lo tengas claro, es tan fácil como reservar con  www.hellotickets.es y confirmar tu horario.

Una noche en el hotel más caro del mundo


Entre la Quinta Avenida y Central Park se alza el Crown Building, un icono arquitectónico que guarda en su interior al Aman New York, considerado hoy el hotel urbano más caro del planeta. Sus 83 habitaciones parten de los 3.200 dólares la noche, pero las esquineras pueden superar los 15.000. 

El lujo no se detiene en las suites: el spa privado de 2.300 metros cuadrados ofrece tratamientos diseñados para un puñado de miembros exclusivos que deben desembolsar 200.000 dólares de entrada más 15.000 anuales para pertenecer al club Aman.

El bar, al que se accede por una puerta discreta, conserva la tradición de ofrecer un cajetín para botellas personales con un consumo mínimo de 5.000 dólares anuales. Y en su terraza elevada, el ruido de la ciudad desaparece, como si la urbe más vibrante del planeta se callara en señal de respeto.

En un entorno donde una copa cuesta lo mismo que una cena en cualquier otro barrio, los huéspedes disfrutan de la verdadera rareza de Nueva York: la tranquilidad.

Cultura y compras VIP


La riqueza cultural de la ciudad se despliega también en clave privada. Una visita exclusiva a la Colección Frick, cuando las puertas se cierran al público, permite recorrer la mansión renacentista sin interrupciones, con obras de Rembrandt, Vermeer y Goya como compañía silenciosa. 

La experiencia culmina con una cena íntima en el jardín interior, un oasis que demuestra que incluso en Manhattan hay refugios de paz reservados para unos pocos.

Otra opción es disfrutar del Metropolitan Opera House desde un palco privado. Allí, la voz humana en su máxima expresión, ya sea en una ópera de Verdi o en una obra contemporánea, se combina con la majestuosidad de la sala. El intermedio, acompañado de champán en el Grand Tier, bajo la araña de cristal que ilumina el espacio, es un instante que encapsula la exclusividad neoyorquina.

El día también puede incluir un recorrido por los templos de la moda. En Bergdorf Goodman, un personal shopper VIP recibe al visitante con champán y lo guía entre salones privados. Acceder a piezas de alta costura antes de que lleguen al mercado o probarse prendas de colección en absoluta privacidad convierte las compras en un espectáculo.

El arte en privado


El arte, la música, la moda y la gastronomía tienen un lenguaje común en Nueva York, el de la exclusividad. Ser superrico en esta ciudad no significa únicamente gastar, sino acceder a experiencias que están vedadas a la mayoría. 

Desde contemplar Vermeer en soledad hasta dormir en una suite que cuesta lo mismo que un coche, el itinerario de lujo en la Gran Manzana se transforma en una narrativa donde cada instante está diseñado para ser inolvidable.

Tour gastronómico de alta cocina


El paladar también reclama su lugar en este recorrido de superlujo. El chef internacional José Andrés, figura reconocida por su creatividad y su compromiso social, ha diseñado un tour gastronómico que convierte la cena en una performance multisensorial. 

La experiencia arranca en Zaytinya, un restaurante decorado por David Rockwell, donde pequeños bocados mediterráneos y una copa de cava preparan el terreno. Continúa en el comedor privado de Bazaar, obra de Lázaro Rosa-Violán, donde la fusión entre Japón y España se convierte en un viaje inesperado por sabores imposibles de encontrar en otro lugar.

La velada culmina en Nubeluz, en lo alto del Ritz-Carlton, un espacio suspendido a 39 pisos de altura. Allí, entre caviar y cócteles diseñados al detalle, Manhattan se ofrece como telón de fondo iluminado, recordando que la ciudad es en sí misma un ingrediente indispensable del disfrute de alta categoría.