Hace unos días un director de hotel, compañero de mi cadena hotelera, me preguntaba unos detalles porque en su hotel, que es muy grande, van a hacer una parte "solo para adultos”. Su consulta me llevó a reflexionar sobre un fenómeno que, desde mi experiencia dirigiendo este tipo de establecimientos, considero clave para entender hacia dónde va el sector.
Por curiosidad, hice una búsqueda para saber qué porcentaje de hoteles en España son solo adultos o tienen una parte de solo adultos. No hay cifras oficiales claras, pero la estimación a la que llegué es que está en torno a un 8%. Quizá porque dirijo un establecimiento de ese nicho y también prefiero ese tipo de establecimientos, la cifra se me hace baja, pero los datos son los que son.
Recuerdo perfectamente cuando, hace justo 14 años, realizamos una reforma general y transformamos el H10 Timanfaya Palace en Lanzarote. Era un hotel poliposicionado, con todo tipo de público. Los huéspedes estaban contentos, sí, pero no teníamos claro qué tipo de producto ofrecíamos realmente. En esa época, la transformación hacia un concepto solo adultos, especializado en tranquilidad y servicio, y enfocado especialmente a personas mayores de 50 años, fue relativamente sencilla. Éramos pioneros en ese nicho.
Los hoteles “adults only” nacieron en el Caribe en los años 70, pensados inicialmente para lunas de miel y escapadas románticas. Cuatro décadas después, el perfil del huésped ha evolucionado considerablemente. Este tipo de clientes buscan espacios donde reine la paz y puedan disfrutar del servicio y de las instalaciones mientras leen un buen libro, charlan con su pareja o amigos, o admiran un buen espectáculo. Pero no es solo para las personas que ya tenemos hijos adultos o no tienen hijos, sino también para los que tienen hijos menores y buscan espacios de desconexión genuina.
El comentario general de este tipo de clientes no es discriminatorio hacia los niños: al igual que existen hoteles especializados en familias con parques acuáticos y kids clubs, quieren espacios adaptados a sus necesidades específicas.
Los servicios que se ofrecen y la personalización de los mismos también cambian: en un hotel familiar posiblemente no tenga mucho sentido tener salas de masajes, una terraza chill-out o un restaurante a la carta. Sin embargo, esos servicios no deben faltar en un espacio solo adultos.
Desde el punto de vista empresarial, el factor económico puede ser un aliciente. Seamos realistas: viajar con niños es caro y las familias suelen ajustar sus presupuestos. El perfil de adultos que viajan sin niños, ya sea por elección o circunstancia, tienen un presupuesto más flexible y, generalmente, están dispuestos a pagar más por experiencias de mayor calidad.
Las estadísticas lo confirman: este segmento tiene una “elevada capacidad de gasto” y busca valor añadido en sus vacaciones. No se trata solo de dormir en una cama diferente; buscan experiencias memorables, autenticidad, y sí, también tranquilidad.
Dentro de este segmento está creciendo fuertemente el turismo de singles en dos subnichos: uno el de mayores que han quedado viudos, y el de maduros que viajan en esa circunstancia por propia decisión. En ambos casos, son micronichos con una fuerte capacidad económica que buscan encontrar su lugar en el sector.
Uno de los mayores desafíos de este tipo de establecimientos es comunicar correctamente su propuesta de valor sin generar controversia. Además, legalmente no puede prohibirse el acceso de menores de edad acompañados por sus familiares a un hotel, aunque se llame “solo adultos”. No se trata de estar “en contra” de las familias, sino de ofrecer una alternativa para quienes buscan otro tipo de experiencia. La clave está en el enfoque: no vendemos la ausencia de niños, vendemos la presencia de tranquilidad, sofisticación y personalización. Es una diferencia sutil pero fundamental en términos de percepción y posicionamiento.
Donde veo el mayor reto es en crear espacios solo adultos en hoteles familiares, más allá de solo una piscina, también un bar o un restaurante a la carta. Es hilar fino entre prohibir y comunicar “los adultos estarán de maravilla y los niños se aburrirán”.
Veo a los amigos con hijos menores que siempre están acelerados, tanto en el trabajo como en su vida familiar. Para estas personas, quizás lo más revolucionario sea simplemente ofrecer paz. Y la paz, para todos, tiene un valor incalculable.
En definitiva, los hoteles solo adultos no son una respuesta inteligente a las necesidades de un segmento de mercado maduro y con capacidad económica. En un mundo cada vez más acelerado, ofrecer tranquilidad no es solo un servicio: es un lujo que muchos están dispuestos a pagar.
*José Ángel Vázquez Romero es director del Hotel H10 Timanfaya Palace (Lanzarote), director del área de Alojamientos Turísticos del Colegio Profesional de Turismo, miembro del claustro en el MBA Turismo del Instituto Canario de Turismo y Presidente de Lanzarote sin Barreras