Turquía ha vuelto a ser protagonista de la actualidad a través de unas declaraciones de su presidente, Recep Tayyip Erdogan, que pueden generar un conflicto diplomático entre dos de los principales destinos turísticos de la cuenca mediterránea. El pasado 29 de octubre el mandatario otomano reactivó el conflicto respecto a la delimitación de fronteras entre su país y Grecia.

En concreto, Erdogan reseñó que varias islas griegas del Egeo oriental "eran anteriormente nuestras (de Turquía)". Una afirmación que no ha sido bien recibida por parte de los helenos. El líder turco destacó que el Tratado de Lausana firmado en 1923 por el que se fijaron las fronteras actuales fue injusto para Turquía. Además, destacó que tienen sus "monumentos y mezquitas allí" y aseguró no entender por qué los griegos se ofenden ante esta afirmación.

Estas declaraciones abren otro frente de batalla que pone en jaque la estabilidad del país otomano y, por tanto, la reactivación de la llegada de turistas. Por una parte, la guerra de Siria y su participación activa y los atentados (tanto islamistas como kurdos) en las zonas turísticas y en el aeropuerto de Estambul frenan la confianza de los viajeros a la hora de seleccionar Turquía como destinos.

Además, el golpe de Estado proyectó una imagen internacional del país muy negativa de cara a su promoción como destino vacacional seguro. También tuvo un gran impacto sobre algunos actores clave del turismo como la aerolínea Turkish Airlines, que vio truncados sus objetivos de crecimiento.

Tuvo un impacto especialmente fuerte entre uno de sus principales mercados emisores: Alemania, ya que el país está sensibilizado en las cuestiones políticas turcas debido a la gran presencia de ciudadanos otomanos y a que es uno de sus principales destinos de vacaciones. De hecho, especialistas en touroperación en el país germano consultadas por Tourinews aseguran que muchos alemanes se niegan "a viajar a Turquía por estar en contra de las políticas de Erdogan". Sostienen que el número de turistas descendió en un primer momento debido a los problemas de seguridad y que, posteriormente se convirtió en una cuestión de principios: "Hubo un impacto en la seguridad entre las familias en la compra de sus paquetes entre diciembre (de 2015) hasta mediados de febrero (2016) porque no querían viajar a un destino peligroso con sus niños, pero realmente lo que tuvo mucha influencia fue el hecho de que Erdogan planteara, supuestamente, un autogolpe de Estado".

El sector hotelero turco encontró, por tanto, nuevas esperanzas en su otro gran mercado cuando el pasado julio, el presidente ruso Vladimir Putin anunció que permitía de nuevo las conexiones aéreas directas entre Rusia y Turquía tras un período de tensión diplomática entre ambos países por los vuelos de cazas rusos sobre las fronteras otomanas.

Sin embargo, las últimas declaraciones de Erdogan, que mantendrá el Estado de Excepción en el país hasta principios de 2017 y que puede regir a través de decretos de emergencia, no están ayudando a la recuperación total. Responsables turísticos han confirmado a este medio que los propios hoteleros del país no están de acuerdo con las políticas del presidente, sin embargo, las aceptan ya que creen que aporta una estabilidad como líder fuerte que a largo plazo puede ser bien recibida por los turistas.