En 2011, un terremoto, posiblemente una réplica del terremoto de 2010 en Chile, causó un tsunami que afectó a la planta nuclear TEPCO en Fusushima, Japón. En consecuencia, tres reactores nucleares se derritieron, algo que supuso la mayor liberación de radicación al agua de la historia. 

Además de esto, Fukushima sigue produciendo en la actualidad 300 toneladas de basura radiactiva que van a parar al Océano Pacífico cada día, y prevén que seguirá haciéndolo de manera indefinida porque la fuga no puede ser sellada debido a las temperaturas extremadamente altas de sus inmediaciones. 

Esto podría afectar a un gran número de islas turísticas del Pacífico como Bora-Bora, dependiente del sector de los viajes, el Archipiélago de Hawái o las islas Salomón. Las consecuencias de la radiación ya se han sentido en algunas partes de la costa occidental de América del Norte donde por ejemplo, en Canadá han aparecido peces sangrando por sus branquias, bocas y globos oculares o en Oregón las estrellas de mar han comenzado a perder extremidades. 

Los científicos ya determinan que el Océano Pacífico es altamente radiactivo y en la actualidad, 5-10 veces más que cuando EE.UU dejó caer bombas durante y después de la Segunda Guerra Mundial.