Un vertido de petróleo es un desastre en cualquier zona del planeta, pero lo es aún más para islas cuya economía gira en torno al turismo y la pesca. Mauricio, en el Océano Índico, está viviendo con horror como la masa negra proveniente de un carguero japonés encallado en su costa, está arrasando con sus aguas cristalinas, arenas blancas, corales y manglares.

Y es que desde el pasado 6 de agosto, del MV Wakashio se han fugado un total 1.000 toneladas de combustible que se han extendido por un área de 27 km cuadrados. Todo pese a que los equipos de trabajo, han conseguido extraer con éxito otras 3.000 toneladas.

El barco encalló en la costa sureste de la isla principal el pasado 25 de julio con 4.000 toneladas de combustible (3.800 de petróleo y 200 de gasoil). Pese a que los tripulantes pudieron ser rescatados, las labores de limpieza se complicaron por el mal tiempo. El 6 de agosto, el gobierno de Mauricio detectó el derrame por el que tuvo que declarar el estado de emergencia. Desde entonces los equipos de emergencia, con un fuerte apoyo de Reunión (Francia) trabajaron en minimizar el daño y extraer de forma segura el contenido. Sin embargo, el pasado 15 de agosto el casco se partió liberando 100 toneladas de petróleo que quedaban en el interior.

Tal y como recoge ABC, el crudo ya ha afectado a áreas protegidas como el parque nacional marino de Blue Bay y el humedal de Pointe d'Esny, reconocidos por la ONU como lugares Ramsar, de importancia internacional. Sushma Mattan-Moorgawa, profesora de biociencias y ciencias oceánicas en la Universidad de Mauricio, destaca que “la recuperación puede llevar tiempo, en términos de meses o años”.

“Desafortunadamente, no creo que unos daños de esta magnitud puedan repararse”, asegura al citado diario Marie Eve Sauvage, voluntaria en la ONG conservacionista EcoSud. A su vez, insiste en que están pidiendo a los habitantes de la isla que eviten acercarse al petróleo porque corren peligro de intoxicación.

Este desastre medioambiental no solo amenaza al ecosistema de la región, sino que pone en peligro su principal sector económico: el turismo (el año pasado el país recibió 1,3 millones de turistas), así como otras de especial relevancia como la pesca.