En 1984 se lanzó la primera campaña de publicidad turística a nivel mundial, titulada “Spain everything under the sun”, con el logo de Miró, que tan conocido se haría a partir de entonces. Como parte de la campaña, en los años siguientes, propuse a personalidades españolas conocidas mundialmente que rodaran unos spots televisivos que serían dirigidos por los más afamados directores de cine.

Así, por ejemplo, Plácido Domingo rodó el suyo bajo la dirección de Manuel Gutiérrez Aragón. Uno de los primeros nombres en los que pensé fue el de Julio Iglesias, entonces en sus años de máxima fama, sobre todo en Estados Unidos. A través de su representante y gestor de su vida, Alfredo Fraile, con el que yo tenía cierta amistad, le pregunté por su interés en participar. Respondió afirmativamente, pero me pidió tiempo porque acababa de hacerse una operación estética y necesitaba recuperarse.

Alfredo Fraile, en la presentación del libro 'Secretos confesables', en marzo de 2014, en Madrid.GSR / GTRESONLINE / elpais.com

Alfredo Fraile, en la presentación del libro 'Secretos confesables', en marzo de 2014, en Madrid.GSR / GTRESONLINE / elpais.com

A finales del verano del 86, Iglesias y Fraile, se habían separado, pero conseguí verme con Julio aprovechando que él acudía a una presentación en el Castillo de Manzanares. Cojeaba ligeramente y aprovechaba cualquier momento para apoyarse en ti cariñosamente poniendo un brazo sobre tu hombro o apoyándose en el tuyo, lo que daba una sensación de intimidad. Con su desbordante simpatía me aseguró que estaba encantado de hacer cualquier cosa por su país y que por supuesto no quería cobrar ni un duro.

Intercambiamos nombres de posibles directores y nos pusimos de acuerdo en el de Román Polanski, al que yo podía acceder a través de amigos comunes de Ibiza y con el que Julio, según me aseguró, tenía buena amistad. Teníamos que esperar unos meses, puesto que se acababa de realizar otra operación de estética y no tenía todavía los ojos a punto.

Tras unos meses, conecté con Polanski en París, estábamos ya en 1987. La secretaria me pasó a su teléfono del coche. Era la primera vez que hablaba con alguien con un teléfono portátil y decidí comprar uno en cuanto estuvieran a la venta en España. Polanski, un tipo encantador, me señalo su disponibilidad una vez terminado el rodaje de Frantic, con Harrison Ford, y que estaba disponible para trasladarse a Madrid, o al sitio que le indicáramos para el rodaje. Le dije que volvería a hablar con Julio para marcar fechas y lugar.

Roman Polanski. EFE

Roman Polanski / EFE

A través de su oficina americana localicé de nuevo a Julio que estaba actuando en un casino en “Lake Tahoe”, en la Sierra Nevada entre California y Nevada, y le indiqué las fechas libres de Polanski. Se mostró encantado y me dijo que el único problema era que con sus compromisos allí tendríamos que desplazarnos nosotros a Estados Unidos para hacer la filmación. Yo no vi el problema por lo que me mostré de acuerdo.

Cuando llamo de nuevo a Polanski para cerrar fechas, este se echa a reír y me dice: “Ignacio, Julio te está tomando el pelo, él sabe perfectamente que yo no puedo entrar en Estados Unidos”.

Así fue como me entere del “affaire Polanski”. En los años setenta había sido acusado de violación -acusación que luego quedo en relaciones ilícitas- de una joven de trece años, Samantha Geiner. Fue juzgado y condenado, pero salió en libertad condicional y pudo terminar una de sus obras maestras “Chinatown”. Rompió la libertad condicional y se escapó a Londres, de donde se desplazaría a París, para no volver jamás a Estados Unidos donde le esperaba la cárcel. A pesar de los múltiples intentos de la justicia americana para extraditarle —en Suiza llegó a estar en arresto domiciliario— ha conseguido esquivar su arresto.

Durante el rodaje de Frantic, inició su relación con la actriz protagonista, Emmanuelle Seigner, de 22 años, —treinta más joven que él— con la que se casó y sigue casado. A lo largo de los años fueron surgiendo otras acusaciones de mujeres jóvenes o incluso jovencísimas, en general actrices incipientes, contra el director polaco, que era obvio que tenía un problema.

Como estaba claro que Polanski tenía razón, no volví a llamar a Julio.

Fraile, del que muchos dicen que fue el que lanzó la carrera mundial de Iglesias, acaba de fallecer en Madrid por el covid. Había escrito un libro de recuerdos, “Memorias Confesables”, en el que describe perfectamente la situación con la que yo me había topado a Julio, "el cual nunca le gusta dar la cara y evita siempre todo tipo de problemas”, y cuenta el caso de su amigo de la infancia y secretario durante treinta años, Toncho Navas, que fue despedido por una secretaria que le dijo por teléfono: no vuelvas más.

Yo no volví más.

 

 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).