La experiencia del viajero empieza mucho antes de llegar al destino.
En un reciente viaje viví una situación que refleja lo mucho que aún nos queda por mejorar:
Retraso de 1 hora en la ida y de más de 2 horas en la vuelta.
45 minutos desde el embarque hasta subir al avión, de los cuales 30 los pasamos como “rebaño” en una escalera de tres pisos, con familias, bebés en carritos, personas mayores, mochilas y maletas de mano.
Y después, ya dentro del avión: 45 minutos sin información. Finalmente, se comunicó que habría otros 50 minutos de espera. A la media hora, se sumaron otros 20 minutos más… con cambio de tripulación incluido.
El turismo es la fábrica de la felicidad, pero cuando la experiencia de viaje arranca así, se empaña la ilusión del destino.
No todo es precio. Porque si comparamos tarifas de líneas aéreas tradicionales y low cost, muchas veces apenas hay diferencia. La clave está en la calidad del servicio, la atención al pasajero y el respeto al tiempo de quienes viajan.
Como destinos, nos toca recibir al turista con calidad, hospitalidad y sonrisa, para que disfrute de su estancia y, en el mejor de los casos, se convierta en un repetidor.
¿Tú qué opinas? ¿Crees que la calidad en todo el trayecto influye en que un turista decida repetir destino?
*Irene Preusser es consultora en turismo y especialista en contratación hotelera. Es la fundadora de The Preusser Company.



