El trío calavera: Turismofobia, vergüenza a volar y la gran renuncia. Y la lista podría no terminar ahí… Podrían ser 5 —los 5 jinetes del apocalipsis—, o incluso 7 —las 7 plagas de Egipto—. Pero bueno, vayamos por partes, como diría Jack el Destripador.

Lo cierto es que el sector turístico sigue dando alegrías en Canarias, llegando a registros en este pasado verano que ni hubiéramos soñado un año antes. Al Cesar, lo que es del César: el comportamiento del sector ha sido espectacular, las ocupaciones estupendas y las subidas de costes han podido ser absorbidas por mejoras en las tarifas; además, las perspectivas para nuestra temporada estrella, el invierno, son excelentes, a tenor de la capacidad aérea prevista por las aerolíneas. Y esto es música para la economía de Canarias.

Sin embargo, observamos como cada vez que las cosas marchan relativamente bien, se incrementan las voces contrarias o críticas con el modelo de desarrollo de Canarias, basculante en su mayoría sobre las espaldas del sector turístico. He defendido en innumerables ocasiones que nuestro modelo es una bendición, lo cual no significa que sea perfecto, muy al contrario, tiene muchas externalidades y efectos adversos sobre nuestro territorio, recursos e incluso sobre nuestra estructura de empleo.

En esas mismas innumerables ocasiones, he recalcado que lo más inteligente no es atacar tu principal fuente de ingresos, sino atacar los efectos negativos que se puedan derivar, reduciéndolos, mitigándolos al mínimo posible, pero con los pies en el suelo. Los cantos al sol no suelen funcionar en una economía de mercado, que es de la que nos hemos dotado. Somos líderes en un sector muy competitivo y hemos especializado nuestra economía alrededor de él, sin demasiadas alternativas sobre la mesa, con lo que proteger aquello, mejorándolo, me parece básicamente el único camino a recorrer.

Al final, vemos que siempre hay un movimiento pendular recurrente de los a favor y de los en contra, especialmente cuando las cosas van bien, porque cuando van mal, sí que nos juntamos y rogamos para que el turismo vuelva y vuelva pronto… Que poca memoria tenemos, ¿no les parece?

Mi teoría es que si esta tierra viviera, supongamos, íntegramente, de las energías renovables y, ese sur, fuera un manto de plantas fotovoltaicas, un campo de aerogeneradores gigantes (también en el mar) y un huerto de baterías, habría un gran movimiento de Renovablesfobia, completamente opuesto al destrozo paisajístico que eso supondría, porque, además, gran parte de los trabajadores serían foráneos, la mayoría de las empresas instaladas no serían de aquí, los beneficios se irían fuera y además seguiríamos con altas tasas de paro… ¿Les suena? Es inherente al ser humano, a la sociedad actual.
 

Foto de las Salinas de Tenefé Pozo Izquierdo Santa Lucía de Tirajana (Gran Canaria) Foto El Coleccionista de Instantes Fotografía & Video (CC BY SA 2.0)

Foto de las Salinas de Tenefé Pozo Izquierdo Santa Lucía de Tirajana (Gran Canaria) Foto El Coleccionista de Instantes Fotografía & Video (CC BY SA 2.0)


Pero es que dentro del propio sector, tenemos nuestros propios dramas. Uno de ellos es el acuñado como la Gran Renuncia, más presente en Estados Unidos, así como el bautizado como renuncia silenciosa. En resumen, gente a los que les han cambiado los esquemas, las prioridades vitales y no quieren volver a trabajar, así como gente, que quisieran escapar de sus empresas, de sus trabajos, pero que por motivos económicos no se lo pueden permitir, así que van a reglamento. El sector turístico, además, no es ideal para conciliar la vida familiar con el trabajo, lo cual agrava más aún la productividad de las empresas, con plantillas más cortas y serias dificultades para cubrir sus necesidades.

Pues ya tenemos un problema en torno a parte de la sociedad que rodea al turismo, otro con los propios trabajadores del sector y nos falta aderezarlo con el de los clientes: el flight shame o vergüenza a volar.

Y es que nos lo tenemos que creer, la conciencia global en torno a la necesidad de tomar medidas que frenen el cambio climático es absolutamente real y potente, llegando a plantearse muchos clientes el uso del avión en sus vacaciones o recortar los vuelos largos o directamente no hacer uso de ellos. Lógicamente, los destinos, sobre todo los insulares o los de media/larga distancia como el nuestro, han leído la situación y, empresas y destinos están haciendo ímprobos esfuerzos para descarbonizar, compensar la huella de carbono, crecer en productos kilómetro cero, reducir emisiones, reciclar, reducir, reutilizar…

Es un trío calavera, sí, pero al final todos los sectores tienen el suyo y no nos queda otra que sortear con éxito todos los desafíos que se nos van planteando y que seguirán surgiendo, porque, eso sí, tengamos claro que debemos tener éxito, porque nos guste o no, no tenemos alternativa.

 

*Alberto Bernabé es asesor turístico y Senior Advisor en PwC España. Este artículo fue publicado originalmente en Tribuna de Canarias. Ha sido reproducido con permiso del autor.