En estos meses de verano están llegando a las Islas Baleares más turistas que antes de la pandemia. Como el primer semestre fue todavía débil, terminaremos el año con algo más del 80% de la actividad que tuvimos en el 2019.  A pesar de las huelgas, de la capacidad de las compañías aéreas para manejar semejante número de viajeros, de la invasión rusa de Ucrania, de la sequía y, sobre todo, del incremento de los precios para aquellos viajeros que no habían reservado con la suficiente antelación.

La consecuencia es que faltan policías, faltan coches de alquiler, las carreteras están saturadas, y una parte de la población local, que no vive del turismo, está descontenta.

La presidenta Armengol y el consejero Mir han llamado la atención sobre los peligros de la saturación y algunos empresarios hoteleros reconocen que no se puede seguir creciendo. Culpan a la administración de no ser capaz de controlar la oferta extrahotelera, especialmente las viviendas de alquiler turístico, de ser la responsable del gran crecimiento de los últimos años, lo cual es cierto—lo del crecimiento—. 

Los movimientos ecologistas siguen clamando en el desierto. En plena sequía se construyen piscinas, como nos recuerda Jordi Amat en El País, que termina su artículo con una frase del publicista Juan Pablo Capa: “Mallorca ya no existe”..

Cuando llegue el otoño y haya que afrontar las fuertes subidas de precios, la demanda caerá fuertemente, advierten los partidarios de seguir creciendo. Puede que sea así. Y también es posible que la sequía obligue a tomar medidas restrictivas.

Turistas en Islas Baleares. Foto: Pexels

Turistas en Islas Baleares. Foto: Pexels

Puede que la demanda caiga, pero para todos los destinos. La altísima eficiencia del sistema turístico balear garantiza una mejor gestión de una posible crisis que la de nuestros competidores. Desde luego, las compañías aéreas apuestan por las Islas.

Los altos precios servirán de filtro para aumentar la proporción de eso que los del sector llaman “turismo de calidad”, mientras que los que disponen de menos recursos buscaran otros lugares más baratos. El mercado ayudaría así a conseguir el objetivo de conseguir que los turistas gasten más y no que haya más turistas; pero en el proceso hay que andar con cuidado para no morir de éxito.


 

*Ignacio Vasallo es director de Relaciones Internacionales de la Federación de Periodistas y Escritores de Turismo (FEPET).