Una vez llegado la mitad de noviembre, un gran porcentaje de hoteles y restaurantes de la costa gaditana realizan su cierre de temporada, para retomarla a mediados del mes de febrero.
Esto conlleva una subida sustancial del paro en la provincia y una merma económica en la zona. Pero, si hay algo que sale beneficiado de todo esto, son nuestras playas. Llega el momento de que descanse y se vuelva a regenerar el mayor patrimonio que tiene nuestra costa.
Pasa de estar llenas de residentes y turistas, a la soledad y al descanso después de un largo verano. Aunque sigo pensando que nuestras playas serían un gran reclamo para los países nórdicos en invierno y para realizar otro tipo de turismo más sostenible, estos tres o cuatro meses de descanso hacen que la naturaleza vuelva a realizar su función regeneradora y a volver a formarse las dunas, los peces vuelven a la orilla del mar, las gaviotas y restos de aves comienzan a acampar a sus anchas en nuestra costa.
Ahora sí, podemos decir que Cádiz es un paraíso, como podemos ver en la foto, pasa de ser una mar de sombrillas a un desierto con mar donde el único ruido que se escucha es el romper de las olas y el susurro del viento. Es la época perfecta para desconectar paseando por su orilla y, mientras paseas, volver a conectar contigo mismo.
Aunque me gusta la costa gaditana llena de sombrillas en verano, también me encantan las playas de invierno. Realmente son las verdaderas beneficiadas de la estacionalidad de la provincia de Cádiz.
*Ricardo Zapata García es Técnico y especialista en Turismo.