El ser humano tiene una faceta temeraria que sale a flote en los peores momentos. A menudo, por ejemplo, se adentra en el mar a pesar de la bandera roja, cruza los semáforos cuando no debe o, incluso, atraviesa las vías del tren pocos segundos antes de que el vehículo las invada a gran velocidad. "Yo controlo", suele ser la frase que justifica estas acciones. 

El pasado lunes, el usuario Maki publicó en su cuenta de Twitter un vídeo que muestra hasta qué punto puede llegar la temeridad humana. En las imágenes se observa una parada de tren en el turístico municipio de Salou (Tarragona), que es transitada por diferentes ciudadanos. Al mismo tiempo, se escucha la bocina de un convoy, la cual es tocada con insistencia para anunciar su llegada. 

Poco importó, ya que una mujer se atrevió a cruzar las vías con un carrito de bebé, corriendo el riesgo de ser atropellada, junto al pequeño, por el tren. La acción fue imitada por otra mujer que la acompañaba. Segundos después, un hombre atravesó el carril a toda prisa sin importarle la proximidad del vehículo y su velocidad: 130 kilómetros por hora.

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Las imágenes han causado gran impacto en Twitter, alcanzando los 2.146 'Me Gusta', 2.032 Retweets y 149.000 reproducciones.También cuenta con 291 comentarios, pues pocos usuarios se han quedado indiferentes ante los acontecimientos. Albert, por ejemplo, comentó: "Y la madre con el carrito del niño, luego nos lamentamos si hay desgracias". Alasondro Alegré as 'The Chief', por su parte, reparó en que el "tren ya estaba pitando" antes de que la señora cruzara, por lo que "no le apareció de repente". 

Al respecto, Maki, que se define en la red social como conductor de trenes en sus tiempos libres, aclaró que en los pasos a nivel "más conflictivos" existen unas señales "S", que obligan al conductor a tocar la bocina. Además, en este caso el tren "venía en curva". Otros usuarios consideraron que lo correcto sería instalar unas vallas que impidan el acceso a las vías justo cuando el tren está pasando. 

En otros países, de hecho, se han instaurado medidas para combatir los problemas que se generan alrededor del tren. En Japón, por ejemplo, mueren más de 600 ciervos al año atropellados por un ferrocarril, y es que estos animales se sienten atraídos por los hierros de la infraestructura ferroviaria. Para evitarlo, se han puesto en funcionamiento convoys que ladran y ahuyentan a estos mamíferos. 

Los atropellos, además, no solo perjudican, como es evidente, al accidentado, sino también al conductor del tren. De hecho, estos profesionales sufren en sus propias carnes el suicidio de una persona cada dos días en las vías ferroviarias de España, de tal forma que al menos ocho de cada diez maquinistas atropellan a una persona a lo largo de su carrera, requiriendo de atención psicológica a posteriori para poder superarlo.