La encuesta anual de ocupación hotelera nos indica que en el 2018 solo el 60% de las habitaciones ofertadas fueron ocupadas. Parece una cifra modesta, pero como pasa siempre hay que meterse en las profundidades de las estadísticas para obtener un poco de luz. Si analizamos la ocupación destino a destino, vemos que las Baleares o Canarias están muy por encima de esa cifra, mientras que las Castillas lo están por debajo; y, lógicamente, si el análisis lo hacemos temporalmente, el verano tiene mucha más ocupación. Hay  pues lugares y épocas con saturación y otros  con escasez permanente. Pero es que además resulta que la oferta hotelera es poco más de un tercio de la oferta alojativa total. La no hotelera tiene factores de ocupación aún más bajos excepto en un par de meses en verano en que la ocupación es casi total.

Hasta ahora, lo primero no quería ser reconocido por el sector y algunas autoridades que enseguida acusaban de turismofobia -palabra que por cierto no existe en otros idiomas-  a los que se manifestaban quejándose de  las consecuencias del exceso de turismo en general, no del turismo,  en su forma de vida. Los dos destinos más conocidos internacionalmente por este exceso son Barcelona y Venecia (Italia).

Pero algo ha cambiado durante la feria Fitur de este año, en la que a lo mejor no entró Dios, como garantizaron los taxistas, pero sí los profesionales y el público. En uno de los actos previos, los presidentes de Grupo Hotusa y de la portuguesa Pestana Hotel Group -que engloba a las Pousadas- reconocieron que hay saturación en ciertos lugares y que hay que tomar medidas puesto que el turismo de calidad no puede vivir en el mismo espacio con el de bajo coste. El primer ejecutivo de la principal cadena hotelera española indicaba en una entrevista que no podemos seguir creciendo al ritmo de esto últimos cinco años en los que hemos pasado de 60 a más de 82 millones de turistas extranjeros, casi un cuarenta por ciento, mientras que la capacidad hotelera ha crecido solo un dos por ciento .

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Protestas de los taxistas en Fitur

Protestas de los taxistas en Fitur

Como es natural, unos y otro tiraban contra la oferta manejada por las plataformas tecnológicas que según ellos no está correctamente regulada, lo que hace que compitan en una situación desventajosa. Está claro que las autoridades competentes tienen que sacar a la luz toda esa oferta oculta, bien para prohibirla si es ilegal o bien para tratarla adecuadamente desde un punto de vista fiscal, como recomienda la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia, en vez de embarullarse en excesivas exigencias.

Unos días antes de Fitur, El País publicaba un reportaje sobre la afluencia a los Museos con una interesante declaración de la presidenta del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS): “Prefiero que los museos mueran de éxito a verlos vacíos”. Claro, pero eso no impide que algunos lugares estén verdaderamente saturados: los que viajan por primera vez a París tienen que ir al Louvre, 10,2 millones de entradas el pasado año, y los que van al Louvre, especialmente los orientales, tienen que fotografiarse delante del Mona Lisa, 20.00 al día. Dario Franceschini, el Ministro italiano de Cultura, ya ha utilizado la frase temida: “Hay que limitar para proteger”.

Lógicamente un crecimiento tan rápido del número de turistas ha traído consigo un descenso en el gasto de cada uno de ellos, aunque las cifras han mejorado en los últimos dos años.

Es muy de agradecer que en el sector hayan aparecido ya voces que advierten que la situación se puede ir de las manos como ha ocurrido con ciertos destinos de Tailandia y Filipinas que simplemente han tenido que cerrar las playas para intentar recuperarlas.

La revista digital Skift, que había escogido como palabra del año pasado overtourism está jugueteando este con undertourism  que definiría a gran parte de la oferta española y recomienda que no lloren por la ausencia de turismo, sino usen esa escasez como arma de marketing. Hoy día el verdadero lujo es la tranquilidad y esta solo se encuentra fuera de los destinos saturados. Paradores históricos, los alojamientos rurales o las bodegas con habitaciones son algunas de las  formas de acoger al viajero exigente.

Está claro que los lugares más deseados históricamente han sido ya ocupados en toda la Costa, donde además, las condiciones climatológicas son mejores, pero España está llena de lugares de gran belleza con un clima aceptable en gran parte del año que pueden hacer de la necesidad virtud y convertir su ausencia de turismo en presencia de un turismo exigente y de alto consumo.