Qué maravilla poder contar con un chef con el que se pueda hablar, dialogar, capaz de entender a todos los departamentos, sus más y sus menos, que te escuche.

Qué bonito es que atienda tus necesidades y tus quejas, que se preocupe de que los eventos salen como toca, que colabora sin problemas con el departamento de calidad (que no es fácil), que se para a atender las necesidades de customer service, que acude a la llamada del maitre cuando este le solicita y a las juntas de dirección cuando su agenda casi ni se lo permite.

Qué bonito es cuando el chef evita el conflicto que le cargan cuando ambos implicados saben que no es su culpa, qué bonito es ver que en las bodas los clientes salen felices del almuerzo más importante de sus vidas, qué bonito es ver que el chef es capaz de acordarse de ir a saludar a unos clientes repetitivos, que sabe que cenan a las 7 p.m. en el italiano, qué bonito es tener al chef que es capaz de dejar todo lo que está haciendo para sacarte de un descuido que te acaban de recordar y hacerte un menú en 5 minutos, que sea vegetariano, gluten free, con 7 personas alérgicas a la piña y nueces y marisco y que no lleve nada de harina.
 

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Chef prepara plato personalizado

Qué bonito es tener al chef siempre a la orden, verle tratando de mejorar la estancia de un cliente complicado hablando personalmente con él, qué bonito es tener un chef que se preocupe de sus 190 cocineros, ese que habla con todos por lo menos una vez por semana, ese que trata de animarlos cuando hay malos resultados en alguna de las ratios que se les exige, no sin repasar y estudiar las estrategias de mejora y formación necesaria. Qué bonito es tener a un chef comprensivo que le dé seguimiento a las quejas que vienen de otros departamentos con la intención de mejorar su percepción o solventar el error que estos pudieron cometer a través de una cena especial, qué bonito es tener un chef que maneja un monto de 1 millón de dólares al mes en comida y encima cumple con el objetivo que la empresa le marca en gestión económica, qué bonito es tener a un chef que se preocupa de darle seguimiento a todos los procesos de seguridad e higiene y que tenga tiempo de dedicarle tiempo, valga la redundancia, a la formación en este sentido con su equipo.

Qué bonito es que se puedan abrir en tiempo y forma todos los puntos de venta, que se preocupe de que los servicios se hagan bajo unos parámetros de sana convivencia entre servicio y cocineros, que busque espacio para mejorar las sugerencias de los clientes que vienen a través de las plataformas correspondientes de satisfacción, que se preocupe por que los cocineros cumplan con sus cuotas de formación estipuladas, aunque les cueste entender que no solo es una ratio, sino también un beneficio de futuro para ellos.
 

Cocineros en una formación, acompañados por el Chef

Cocineros en una formación, acompañados por el Chef

Qué bonito es tener la seguridad que el chef, junto a su equipo, siempre va a dar la mejor versión de sí mismo en fechas especiales: navidades, San Valentín, Halloween, etc. Qué bonito es tener un chef que trata de cumplir con los estándares y demanda de sus corporativos. Qué bonito es tener a un chef que es capaz de ponerse en los zapatos de todo su equipo y de tratar a cada uno bajo unos mismos conceptos generales, pero a la vez, con la empatía suficiente de saber distinguir a unos de otros. Qué bonito es tener a un chef que no se queje, que te haga 15 horas al día, que coma de pie, que no se ponga enfermo y que, a la vez, siempre sonría y nunca le falte un “buenos días”, “buenas tardes” o “buenas noches” para los demás. Qué bonito es poder tener a un chef que es capaz de cambiar su agenda de un domingo a un viernes para no perjudicar al que no trabaja ni el sábado ni el domingo.

Qué bonito es tener a un chef que se preocupa de que su segundo esté siempre contento, de salir a tomar una copa con él, aunque su cuerpo no de más, que atienda la videollamada del día con su esposa e hijos, a pesar de que los ojos se le cierran. Qué bonito es discutir con ‘Siri’ para que te ponga la alarma a las 5 de la mañana y volver a empezar. Qué bonito es levantarse temprano, llegar a la cocina con la salida del sol, tomarte tu primer café en la soledad de la reflexión y poder decir en voz baja: ¡¡¡Hoy va a ser un gran día!!!

 

 

Qué bonito es ser empático todo el tiempo y cuánta falta les hace a muchos esa práctica.

Por algo le llaman el chef y nunca por su nombre

Por radio: ¡Adelante Chef!

Si te lo cruzas por la mañana: ¡Buenos días, chef!

Si alguien te busca: ¿Han visto al chef?

Es curioso, pero hay ciertas profesiones en nuestra sociedad en las que por razones que desconozco, pero que a la vez imponen cierto respeto por su estatus o posición, nunca se les llama por su nombre propio, Antonio, Pedro, Juan o Benito, sino que se usa su puesto o cargo para dirigirse a ellos, como una forma de reafirmar un respeto que está por encima de lo normal: Su majestad, Sr. presidente, director, comandante, capitán, coronel, ministro, entrenador… y por supuesto, chef… por algo será.

 

*Víctor Rocha Cocinero/Articulista/Conferenciante/Defensor De Lo Correcto/Apasionado del sector Servicio y el Turismo.