El 24 de marzo de 2015 un Airbus A320 de la compañía Germanwings, que cubría la ruta entre Barcelona (España) y Dusseldorf (Alemania) se estrelló en los Alpes franceses. En este incidente fallecieron 150 personas, 144 pasajeros y 6 tripulantes. En un primer momento todo parecía fruto de un accidente, sin embargo, las pesquisas posteriores señalaron directamente al copiloto Andreas Lubitz, que había recibido tratamiento médico y había sido declarado ?no apto para trabajar?.

Desde entonces se ha prestado cada vez más atención a la salud mental de los pilotos tanto desde los medios de comunicación, como las aerolíneas y las instituciones. De hecho, recientemente, la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) quiere endurecer los controles médicos a los que son sometidos los pilotos de las aerolíneas comerciales.

Sin embargo, aún se desconoce la magnitud del problema real: cientos de pilotos comerciales podrían estar volando con depresión clínica debido al miedo a perder su puesto de trabajo. Eso es lo que se desprende del ?Estudio de Salud sobre Pilotos de Líneas Aéreas? de la Harvard Chan School que revela que el 12,6% de los pilotos encuestados en más de 50 países superaron el umbral de la depresión establecido por la OMS, y que un 4,1% tenían pensamientos suicidas. Según la legislación, los pilotos diagnosticados con depresión aguda son considerados incapaces de volar, es por ello que el estudio advierte que algunos encubran sus síntomas por miedo a perder sus puestos de trabajo. Además, afirma que existe un "pacto de secretismo" en torno a los problemas de salud mental en la profesión. Precísamante, este estudio comenzó el año pasado después del accidente de Germanwings.

Y no se trata del primer informe que revela resultados preocupantes respecto a la salud mental de este colectivo. Un estudio de la London School of Economics (LSE) reveló que un 58% de los pilotos vuela bajo condiciones de fatiga. La principal causa de su cansancio era atribuida al ?ritmo insostenible de trabajo?.

Estos informes deberían activar todas las alarmas entre los órganos reguladores de la aviación y las propias aerolíneas, ya que no es conveniente que trabajadores de los que dependen la vida de pasajeros y compañeros sufran depresión o fatiga. Toda la industria debería volcarse en maximizar la seguridad, no solo desde el punto de vista tecnológico, sino también desde el punto de vista humano.